1.
INTRODUCCIÓN Granja agrícola, cultivo extensivo de plantas para obtener alimentos, piensos o fibras; para producir
ingredientes medicinales o industriales, o para la explotación de plantas ornamentales. El cultivo se desarrolló en la remota
antigüedad, cuando los cazadores recolectores de la edad de piedra empezaron a cultivar sus especies predilectas (
véase
Agricultura). Los cultivos modernos surgieron de forma gradual a partir de sus antecesores silvestres a través de una selección
continuada en favor del mayor tamaño de las semillas, los mejores frutos y otros caracteres deseables.
Los cultivos modernos evolucionaron en las inmediaciones de
sus antiguos lugares de origen. El trigo, la cebada, la avena, el mijo, la remolacha azucarera y la mayoría de las leguminosas
y herbáceas forrajeras se desarrollaron en una región que abarca Oriente Próximo, el norte de África y el sur de Europa. El
maíz, la patata o papa, el cacahuete o maní, el girasol y el tabaco se cultivaron en América. La soja, la cebolla, la lechuga
y el guisante o chícharo fueron cultivados por primera vez en China. La caña de azúcar y el arroz, la mayoría de los cítricos
y el banano proceden del sur de Asia.
Los cultivos se extendieron mucho incluso en el mundo antiguo. El maíz y las papas se cultivaban en toda América
del Norte y del Sur mucho antes de la llegada de los europeos; y el trigo y la cebada estaban distribuidos por todo Oriente
Próximo mucho antes de los tiempos de los faraones. Más tarde, cuando los grandes veleros recorrieron el mundo, los cultivos
más populares fueron distribuidos por todo el mundo por los colonizadores, que llevaban consigo semillas procedentes de sus
países de origen, y las incorporaron a los cultivos locales de los nuevos territorios. Entre los siglos XVI y XVII, la conquista
de grandes territorios, además de la necesidad de abastecer a los esclavos y a otras grandes concentraciones de trabajadores
con alimentos baratos, estimuló el desplazamiento y cultivo de cosechas a escala mundial. En el siglo XX, la dificultad para
encontrar nuevas tierras de cultivo apropiadas y el espectacular aumento de la población mundial han dado un nuevo impulso
y un sentimiento de urgencia al estudio y desarrollo de la agricultura.
Las granjas agrícolas modernas varían mucho en cuanto a sus propósitos, y van de pequeñas explotaciones intensivas
a granjas comerciales de miles de hectáreas. Para tener éxito, los agricultores deben conocer la selección de variedades de
plantas bien adaptadas a sus respectivos suelos y climatología. Deben ser expertos en la preparación del suelo y en la siembra,
cultivo, protección, recogida y almacenamiento de sus cosechas. También deben ser capaces de controlar las malas hierbas,
los insectos y las enfermedades, y tener conocimientos sobre técnicas de comercialización para obtener beneficios razonables
de sus cultivos.
2. CULTIVOS DE
GRANO
La fuente de alimentos energéticos más importante para
las tres cuartas partes de la población mundial es el grano. La mayoría de los granos corresponden a herbáceas, y se cultivan
por sus semillas, grandes y comestibles. Entre ellos, los principales son el trigo, el arroz, el maíz, la cebada, la avena,
el centeno, el sorgo y el mijo. Todos ellos se emplean como alimento humano, procesados o no. El maíz, la cebada, la avena
y el sorgo sirven también como alimento para el ganado y las aves de granja; los tallos y la paja procedentes de estos cultivos
son importantes fuentes de forraje. El grano se encuentra entre los cultivos más antiguos: su cultivo se remonta a unos 10.000
años.
El trigo, la cebada, la avena y el centeno se cultivan en buena
parte de las zonas templadas del mundo, en especial en áreas con precipitaciones anuales entre escasas y moderadas (25 a 76 mm),
donde resultan más productivos que los cultivos que requieren más agua. No obstante, una mayor pluviosidad, el riego y la
fertilización aumentan el rendimiento de estos cultivos. El arroz es un cereal tropical o subtropical, aunque los cultivadores
chinos y japoneses han desarrollado variedades adaptadas a zonas de clima templado. La mayor parte del arroz se cultiva en
zonas inundadas o arrozales que requieren un abundante suministro de agua. El arroz de tierras secas se cultiva en áreas limitadas.
A lo largo de la historia, el sorgo ha sido un cultivo tropical, que se explotaba como alimento en África y Asia. En el último
medio siglo su uso se ha extendido hasta tal punto que se ha convertido en un importante alimento para el ganado en áreas
secas. El maíz tuvo su origen en climas subtropicales, pero hoy se cultiva sobre todo en climas templados con pluviosidad
superior a los 66 mm al año.
Las cosechas de grano son muy susceptibles a la mecanización. En las zonas templadas, la mayor parte de la producción
de grano tiene lugar en grandes explotaciones, donde la maquinaria agrícola se encarga de preparar el suelo, sembrar y recoger
las cosechas. Esto no es tan cierto en el trópico y en los lugares en los que el terreno es demasiado abrupto para el uso
de maquinaria. En estas áreas el grano se cultiva en pequeñas granjas, y buena parte de la siembra, la recogida y la trilla
sigue haciéndose a mano o con herramientas primitivas.
En la década de los años sesenta, el desarrollo de variedades de grano de mayor rendimiento, mayor resistencia
a las plagas y mayor respuesta a los fertilizantes, ha aumentado la productividad en buena parte del mundo. En muchas zonas
del trópico, estos avances desencadenaron la llamada revolución verde, que supuso un espectacular incremento en la producción
de grano. No obstante, eran necesarios trabajos suplementarios para adaptar las variedades superiores a las condiciones locales
y para resolver los problemas humanos asociados a la distribución de los beneficios. La crisis energética que comenzó en 1973
llevó a una carencia de fertilizantes químicos derivados del petróleo, así como de combustible para hacer funcionar las bombas
de riego, lo que impuso limitaciones adicionales a la revolución verde.
3. CULTIVOS FORRAJEROS
El cultivo de plantas forrajeras se ocupa de producir alimentos
para las industrias ganaderas del mundo. Estos cultivos son segados, secados y almacenados en forma de heno; troceados y almacenados
sin secar en forma de ensilaje; o consumidos directamente por el ganado en forma de pasto o forraje recién cortado. En las
regiones tropicales y subtropicales, la mayor parte del ganado consume el forraje en forma de pastos. En regiones de clima
templado, los forrajes suelen almacenarse en forma de heno o ensilado para ser empleados en invierno.
Los forrajes de leguminosas más comunes en las zonas templadas incluyen la alfalfa y los tréboles blanco, púrpura,
fresa, pardo, encarnado, estrellado, montano y varias especies más del género Trifolium. Entre las herbáceas se encuentran
el heno, el dactilo o jopillo, la espiguilla o poa, el bromo liso o cebadilla perenne y otras especies. Los cultivadores de
plantas forrajeras suelen cultivar una o más leguminosas junto con una herbácea. Las bacterias de los nódulos radiculares
de las leguminosas transforman el nitrógeno atmosférico en una forma asimilable para ellas por medio de un proceso llamado
fijación del nitrógeno, enriqueciendo el suelo también para las herbáceas, lo que reduce la necesidad de fertilizantes e incrementa
la producción y calidad del forraje.
4. CULTIVO DE
FRUTALES
Las regiones templadas, subtropicales y tropicales del
mundo tienen todas una importante producción de fruta. Las manzanas, peras, melocotones o duraznos, ciruelas, nectarinas y
cerezas son las principales frutas de las regiones templadas. Las naranjas, limones, limas, mandarinas, aceitunas e higos
son frutas subtropicales. Las principales frutas tropicales incluyen plátanos, aguacates, mangos, dátiles, piñas y papayas.
También hay una importante producción de frutas pequeñas y bayas, en especial en las regiones templadas. Las más importantes
son las uvas, fresas, moras, frambuesas, arándanos y arándanos rojos.
Casi todos los frutales comerciales se propagan de forma vegetativa,
es decir, sin emplear semillas (véase Reproducción vegetal). Los cultivadores toman esquejes o yemas de las variedades
que tienen las cualidades frutales deseadas y los injertan sobre sistemas radiculares de variedades escogidas por su adaptación
al suelo y las condiciones climáticas locales, así como por su resistencia a las enfermedades destructoras de las raíces y
a los insectos. En los últimos años, muchos cultivadores han adoptado el uso de sistemas radiculares reductores del tamaño
para minimizar la talla de los árboles. Esto facilita la recogida de la fruta y la hace menos costosa, además de permitir
una mayor densidad de plantas, y por consiguiente, un elevado rendimiento por unidad de superficie de explotación.
Las prácticas de cultivo difieren para cada especie de frutal, y dependen del tipo de suelo, el clima y el fertilizante
que necesite. El control minucioso de insectos y enfermedades es esencial en las explotaciones comerciales para obtener fruta
de alta calidad y cosechas rentables. Los agricultores comenzaron a emplear cada vez más la fumigación con productos químicos
en la década de los años sesenta, pero al cabo de dos décadas de creciente resistencia de las plagas y de daños al medio ambiente,
han optado por el enfoque biológico del control de plagas y por un cuidadoso control de las poblaciones, recurriendo a los
productos químicos sólo cuando resultan de la máxima eficacia.
La mayor parte de las frutas se recogen a mano, pero los agricultores más avanzados recurren a la mecanización
allá donde resulta práctica con el fin de reducir, entre otros, los costes laborales.
5. CULTIVOS DE
FRUTOS SECOS
En climas tropicales y templados se explota una
gran variedad de tipos de nuez. Los cocos y las nueces de la palmera de aceite africana proceden de los trópicos. La nuez
de nogal, la pacana, la almendra, la castaña y la avellana, son frutos de árboles de hoja caduca de las regiones templadas.
Los cacahuetes o cacahuates, que son las semillas de una leguminosa, eran de origen subtropical, pero hoy se cultivan abundantemente
en climas tropicales y templados.
Los cacahuates y los cocos son los principales cultivos de frutos secos, y son una fuente común de alimento
y de aceites comestibles. Las nueces de palma son una fuente cada vez más importante de aceites comestibles e industriales
(véase Aceite de palma). La mayor parte de las demás especies se cultivan como alimento; excepciones notables son las
nueces de tung (véase Aleurita), que se cultivan para la obtención de aceites industriales, y las nueces de cola, que
producen cafeína, un estimulante.
La mejora de la maquinaria para la recogida, el descascarado y el secado han hecho posible que el cultivo comercial
de estos frutos se convierta en una gran industria. Las prácticas de cultivo difieren con arreglo a la naturaleza del cultivo
específico, sus necesidades climáticas y edafológicas, y la disponibilidad de mano de obra. El control de los insectos y las
enfermedades es importante en las plantaciones comerciales y debe adaptarse con cuidado a las distintas plagas y cultivos.
6. CULTIVO DE
VERDURAS Se cultiva una gran variedad de plantas herbáceas por sus
hojas, tallos, raíces, frutos y semillas comestibles. La verdura aporta importantes minerales y vitaminas a la nutrición humana,
y añade variedad y sabor a las comidas. Se cultivan en entornos que van desde las jardineras de ventana y los jardines domésticos
hasta las grandes granjas comerciales. Se cultivan de forma extensiva hasta 40 tipos diferentes, incluyendo cultivos de hoja
para ensaladas (como la lechuga, la espinaca, las endivias, el apio, la col china), rizomas y tubérculos (como la remolacha,
zanahoria, patata, boniato, rábano, nabo, nabicol o rutabaga), coles (repollo, brécol, coliflor) y toda una serie de plantas
cultivadas por sus frutos o semillas (guisante o chícharo, judía o frijol, maíz dulce, calabacín, melón, tomate).
Muchas especies vegetales pueden cultivarse en medios muy distintos a través de una cuidadosa selección de sus
variedades. Los agricultores, no obstante, deben tener la precaución de escoger variedades adaptadas a su clima y suelo particulares.
La mayoría de las especies de verduras habituales se desarrollaron en regiones templadas, pero algunas se han adaptado al
clima tropical. Las verduras tropicales incluyen toda una variedad de rizomas y tubérculos (en especial el ñame y la mandioca
o yuca) diversos melones, calabazas y frijoles; así como muchos tipos de plantas cultivadas por sus tallos y hojas comestibles.
El cultivo de verduras, sobre todo en Europa y América del Norte, cambió de forma espectacular en las décadas
posteriores al final de la II Guerra Mundial. La mayor parte de este tipo de cultivos se realizaban en las inmediaciones
de los centros de población y las verduras sólo podían obtenerse durante la cosecha o poco después. El envasado era el método
fundamental de procesamiento. El paso a la comercialización a través de las cadenas de supermercados, y la aparición de grandes
compañías de procesado de los alimentos, concentró la capacidad adquisitiva en un número limitado de compradores, que requerían
un suministro uniforme durante todo el año de verduras de calidad homogénea. Al mismo tiempo, la producción a gran escala
lejos de los centros de población se hizo posible gracias a la rápida expansión de los sistemas de riego, la mejora de los
sistemas de fumigación de insecticidas y herbicidas, y el desarrollo de maquinaria compleja para plantar, recoger y clasificar
los productos. Así, por ejemplo, el sur de Europa y el norte de África se convirtieron en fuentes de abastecimiento para el
norte de Europa. Los productores locales seguían suministrando verduras de temporada, pero los grandes productores del sur
aportaban durante todo el año las variedades de verduras frescas y congeladas que se han convertido ya en un producto común
en los grandes centros comerciales. Con todo, el creciente coste del transporte a larga distancia acentuó la competitividad
de los pequeños productores próximos a sus respectivos mercados. Los mercados agrícolas siguieron siendo la principal salida
para los cultivadores en buena parte del mundo, en especial en Asia, África y Sudamérica. Por otra parte, la aparición del
transporte aéreo barato hizo posible incrementar la producción de frutas y verduras de lujo en los países tropicales para
abastecer a los países más desarrollados con productos frescos fuera de temporada.
El cultivo de verduras, en comparación con otro tipo de cultivos, requiere considerable preparación y suerte
para lograr el éxito. Los agricultores deben ser expertos en la producción de verduras atractivas y de alta calidad, capaces
de captar al público. Deben tener conocimientos sobre la preparación del suelo, la siembra y cuidado de sus cultivos, el control
de plagas y de las malas hierbas, y la gestión del agua. Deben cosechar y manipular sus productos cuidadosamente para preservar
su calidad y desarrollar y seguir estrategias comerciales bien planificadas. Los errores, las omisiones, los problemas climatológicos
o la mala suerte pueden hacer que una cosecha resulte poco atractiva e invendible, o que su rendimiento esté por debajo de
los niveles de rentabilidad.
7. CULTIVOS NO
ALIMENTARIOS
En todo el mundo hay grandes extensiones dedicadas
al cultivo de importantes productos como el tabaco, el caucho, el algodón, suministros industriales y medicinales, y plantas
ornamentales. Algunos de ellos, como el tabaco y el algodón, se cultivan en todo el mundo; otros, como el caucho, el sisal
(véase Agave) y ciertas semillas oleaginosas, sólo en zonas tropicales o en otras áreas especialmente apropiadas.
Todas las especies requieren una gestión cuidadosa y prácticas agrícolas adecuadas. El tabaco y el algodón son cultivos que
requieren cuidados especiales. Pueden ofrecer grandes beneficios a sus cultivadores, pero son vulnerables a muchas plagas
de insectos y enfermedades, que deben ser atajados utilizando programas de control adecuados y planeados de forma meticulosa.
8. CULTIVOS NUEVOS
E INFRAUTILIZADOS La mayor parte de los cultivos de nuestros días
han sido explotados durante miles de años, pero siguen desarrollándose nuevas variedades, técnicas y productos. Los científicos
dedicados al estudio de las plantas buscan nuevos cultivos entre plantas menos conocidas. Un ejemplo es el triticale, un híbrido
desarrollado a partir del trigo y el centeno; tiene un alto rendimiento en la producción de un grano rico en proteínas y,
en consecuencia, de una harina de gran valor alimenticio. El tef, un cereal de Etiopía, podría desarrollarse para un uso más
amplio, al igual que la amaranta y otras plantas.
El guayule, una planta de tierras semiáridas, se ha explotado como fuente de un tipo de caucho; el interés por
este cultivo se ha reavivado en los últimos años. La calabaza búfalo está siendo estudiada como fuente de almidón, aceite
y proteínas. La hierba de goma, otra planta de tierras semiáridas, se está estudiando para utilizarla como alimento para los
animales y como fuente de resina y se está desarrollando las especies del género Crambe como sustituto de la semilla
de colza. Hoy se elaboran productos de papel con la pulpa del kenaf o cáñamo de Guinea, una planta anual del este de África.
Los cultivos productores de energía reciben cada vez mayor atención, al ir disminuyendo las reservas de combustibles
fósiles. La conversión de la materia vegetal en energía se realiza por medio de su combustión directa o de la fermentación
de los azúcares vegetales para obtener alcohol. La madera, las mazorcas de maíz desgranadas, la paja y otros productos leñosos
y fibrosos pueden convertirse directamente en energía al quemarlos, pero son difíciles de recoger, manipular y transportar
a larga distancia. En la actualidad, la atención se centra en cultivos como el de la caña de azúcar y la remolacha azucarera,
que producen gran cantidad de azúcares que fermentan con facilidad para la obtención de alcohol. A poca distancia, en términos
de potencialidad, están las plantas productoras de almidón, como el trigo y las patatas. Existen procesos químicos de bajo
coste que permiten convertir el almidón en azúcares para la fabricación de alcohol. Existen otras posibilidades allá donde
se producen materiales vegetales y desechos de cosechas, pero la tecnología para la descomposición de la celulosa y otras
fibras vegetales en azúcares para su fermentación es complicada y costosa por el momento, y será necesario desarrollarla más
antes de que puedan ser comercialmente viables.
9. CUESTIONES
AMBIENTALES
La preparación del suelo para plantar y controlar
las malas hierbas dejan a éste expuesto a la erosión por el viento y el agua. La erosión arrastra el suelo fértil y contribuye
a crear problemas de contaminación del aire y el agua. Para combatir la erosión se emplean varias técnicas. Los agricultores
empiezan a decantarse por las técnicas de labranza mínima para preparar la siembra. Muchos emplean una cubierta de mantillo,
compuesta por estiércol y paja para proteger el suelo de la erosión por el viento y el agua. La técnica de rotación de cultivos
y los llamados cultivos de cobertura se emplean cada vez más para fijar el suelo entre cosecha y cosecha. No obstante, muchos
cultivos de semilla pequeña requieren un lecho muy trabajado, pulverizado, y es imposible eliminar por completo la erosión.
Los fertilizantes, tanto naturales como artificiales, pueden contribuir también a la contaminación del agua.
Las formas nitrogenadas solubles pueden filtrarse hasta las aguas subterráneas, y todos los fertilizantes, incluyendo los
estiércoles animales, pueden ser arrastrados por las escorrentías superficiales. Los agricultores empiezan a prestar más atención
a la pérdida de fertilizantes, en parte por motivos medioambientales, pero también por el rápido aumento de su precio. La
proporción que representan los fertilizantes en la contaminación del agua es en general baja, en comparación con otras fuentes,
y es posible reducirla evitando el exceso de fertilización y disminuyendo la pérdida de suelo por efecto del agua. A pesar
de ciertos riesgos de contaminación, el uso de fertilizantes, tanto orgánicos como artificiales, es esencial para enriquecer
las tierras de cultivo explotadas de forma intensiva.
Los agricultores deben batallar continuamente contra los insectos y las enfermedades que atacan a sus cultivos.
Cuando se usan de forma correcta y con precaución, los insecticidas y los fungicidas químicos contribuyen a aumentar la calidad
y fiabilidad del suministro de alimentos, pero algunos tienen efectos negativos sobre el medio ambiente, y ciertas plagas
han desarrollado resistencia a lo que en tiempo fueron pesticidas eficaces. Los agricultores empiezan a recurrir a programas
integrados de lucha contra las plagas, en los que se emplean medios de control biológico y químico para optimizar el uso y
la efectividad de los sistemas de control de plagas y minimizar los riesgos medioambientales.
Los agricultores de subsistencia de todo el mundo cultivan una gran diversidad de productos, pero las grandes
explotaciones comerciales suelen concentrarse en un número determinado de cultivos (incluso en uno solo) que son los más rentables.
El monocultivo (el cultivo continuado de una única especie) puede proporcionar grandes beneficios económicos, pero a menudo
provoca una concentración de las plagas asociadas con él. Éstas pueden representar un problema menor, que se controlaría con
facilidad, o alcanzar niveles devastadores, produciendo pérdidas generalizadas. La mayor parte de los agricultores se inclinan
por la rotación y la diversidad de cultivos, pero los suelos, la pluviosidad y los factores económicos pueden limitar sus
opciones.
A los genetistas les preocupa que el fondo genético de algunos cultivos (es decir, la cepa hereditaria de la
que se escogen las plantas para su hibridación) se haya visto reducido, al centrarse en unas pocas variedades seleccionadas
por su capacidad productiva en las condiciones actuales. Los agricultores suelen elegir las mejores variedades disponibles.
La superioridad de un pequeño número de variedades mejoradas ha producido el abandono generalizado de miles de variedades
locales para el cultivo. Esta reducción del fondo genético puede dificultar en el futuro la adaptación a nuevas necesidades
impuestas por un cambio climático o edafológico o por la aparición de plagas imprevistas. En un esfuerzo por preservar el
tamaño del fondo genético, centros internacionales y estaciones experimentales dispersas por todo el mundo han empezado a
desarrollar colecciones de muestras genéticas de estas variedades locales de cultivos. Aunque se ha perdido ya mucho material
imposible de recuperar, el creciente compromiso de los organismos de financiación y los científicos constituye una esperanza
para que el despilfarro genético llegue a su fin.
10. RENDIMIENTO
DE LOS CULTIVOS MUNDIALES Es difícil reunir estadísticas precisas
sobre la producción mundial de alimentos. Muchos cultivos se consumen a nivel familiar o se venden en mercados locales, sin
ningún control de tipo estadístico, y muchos países no hacen estudios regulares sobre las cosechas. No obstante, varias organizaciones
han desarrollado sistemas eficaces para reunir datos y estimar la producción de alimentos a nivel nacional y mundial. Además,
los satélites geoestacionarios, que supervisan las tierras de cultivo, han mejorado mucho las previsiones y estudios anuales.