Agricultura biológica
& La producción biológica, orgánica o ecológica, está considerada universalmente
como uno de los modos de producción agrícola que permiten el desarrollo sostenible y fomenta la regeneración de los sistemas agroforestales y del
medio ambiente.
La agricultura orgánica percibe la naturaleza como un sistema global
e integrado que constituye una entidad de orden superior a la simple agregación de sus componentes. Los productos, alimentos
y bebidas orgánicos, se obtienen mediante el empleo de técnicas que respetan los procesos naturales y ecológicos de los cultivos,
desde la fase de producción hasta la venta.
Los sistemas bioagrícolas consideran que la clave de la producción
eficiente es la utilización de insumos naturales y de la fertilidad natural del suelo, manteniéndola o incrementándola, así como su actividad biótica y la diversidad biológica del entorno.
Definición
La Comisión del Codex Alimentarius, creada por la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación) y la OMS (Organización Mundial de la Salud) para la elaboración de un código alimentario
a escala mundial, propone la siguiente definición: “La agricultura orgánica es un sistema global de gestión de la
producción que fomenta y realza la salud de los agroecosistemas, inclusive la diversidad biológica, los ciclos biológicos
y la actividad biológica del suelo. Hace hincapié en la utilización de prácticas de gestión, con preferencia a la utilización
de insumos no agrícolas (...) Esto se consigue aplicando, siempre que es posible, métodos agronómicos, biológicos y mecánicos,
en contraposición a la utilización de materiales sintéticos, para desempeñar cualquier función específica dentro del sistema”.
La terminología empleada difiere, y aunque básicamente todos hacen referencia
al mismo sistema de producción, hay matices en los sistemas empleados que los distinguen. La producción orgánica permite el
empleo de fertilizantes y plaguicidas de producción casera que no contengan productos químicos, mientras que la producción biológica elimina su empleo
por completo.
“Orgánico” y “Ecológico” son equivalentes, y en
muchos casos depende del país de referencia; así el término biodinámico se emplea para aquellos sistemas que consideran la
interrelación total de las fuerzas del universo en los ciclos biológicos de animales y plantas; por ejemplo, sólo sembrar
en determinados días del mes o con algunas fases de la luna. Además, cada país utiliza términos parecidos para referirse al
mismo concepto. La Directiva 2092/91 de la Comunidad Europea indica en su anexo V las denominaciones que deben emplearse en
el etiquetado, y que son: - en español: ecológico - en danés: Æekologisk - en alemán: õekologisch - en griego: biolgiks - en inglés: organic - en francés: biologique - en italiano: biologico - en neerlandés: biologisch
- en portugués: biológico.
La tecnificación progresiva de la agricultura llevó a explotar al límite
de sus posibilidades los recursos naturales de todo el planeta, produciendo efectos perjudiciales sobre el ambiente, especialmente
en los países del hemisferio norte. Sin embargo, el altísimo crecimiento de la población en la última mitad del siglo XX requirió
una elevada demanda de alimentos y, por tanto, de sistemas agrícolas que pudieran producirlos. El modelo implementado a partir de los trabajos de Borlaug
en la denominada Revolución Verde ha demostrado sus limitaciones produciendo en muchas ocasiones graves daños a los
suelos y la resistencia de plagas. La producción orgánica responde a la necesidad de mantener los niveles de desarrollo actuales
sin perjudicar los recursos naturales, la seguridad alimentaria ni los objetivos de índole económica, optimizando la calidad
en todos los aspectos de la agricultura y proveyendo a los consumidores de alimentos frescos y de mejor sabor que cuiden su
salud y el medio ambiente.
Los sistemas de agricultura orgánica plantean un modelo alternativo de
producción, transformación y comercialización mediante el rescate y desarrollo de técnicas, prácticas y tecnologías apropiadas
a los ecosistemas, basadas en la ecología y que abarcan las dimensiones social y económica de la producción agrícola, tanto en el ámbito local como mundial.
Se centra en el enriquecimiento del humus y de su fertilidad, así
como en una equilibrada selección de cultivos.
Una de las mayores dificultades en un sistema de producción orgánica es
la referida al control de malezas, plagas y enfermedades que afectan
a los cultivos. La aplicación de agroquímicos agrede las tierras de labor en su proceso de recuperación, lo que requiere de
forma continua un mayor uso de los mismos, estableciendo un circulo vicioso con consecuencias desastrosas para los productores.
La agricultura orgánica se orienta a mejorar la estructura y fertilidad natural de los suelos, aportándoles nutrientes y materia
orgánica. Para ello se sirve de plantas regeneradoras y de procesos biológicos con carácter preventivo, prohibiendo el empleo
de sustancias como fertilizantes y plaguicidas sintéticos que, según la FAO, envenenan cada año a tres millones de personas.
Cada vez es mayor la lista de pesticidas de origen natural y biológico que ayudan a contrarrestar el efecto negativo de las
plagas (como el árbol del neem en las zonas áridas, que estará permitido hasta finales del 2000). Además, otra alternativa
importante es el uso de variedades e híbridos que posean resistencia genética al daño de insectos y enfermedades.
La supresión de productos de síntesis es condición necesaria pero no suficiente
para que un sistema pueda ser considerado como ecológico. No obstante, existen excepciones a su aplicación y a la libre disposición
de productos naturales. Algunos programas de certificación no admiten aquellos insumos, aunque sean naturales, que son considerados
como nocivos a la salud (como el arsénico por ejemplo). Algo parecido
ocurre con algunos productos sintéticos que se consideran esenciales y compatibles con la agricultura orgánica (como las feromonas de los insectos).
Su nacimiento formal tiene lugar en 1962, cuando nace la Asociación Francesa
de Naturaleza y Progreso, que actualmente cuenta con un elevado número de miembros. Entre sus precursores figura el movimiento
biodinámico, nacido en Alemania en 1927 de la mano del filósofo austríaco Rudolf Steiner. En la década de los 30 se fue introduciendo en Gran Bretaña debido al éxito que tuvieron los trabajos sobre
elaboración de compost en la India del agrónomo inglés Albert Howard,
basados en la utilización de fertilizantes orgánicos y los trabajos de Lady Eve Balfour. Posteriormente se fue desarrollando
en Suiza por Hans Müller, y en Japón por Masanobu Fukuoka.
En la década de los 70, un grupo de productores de los países industrializados,
principalmente Estados Unidos, Francia y Alemania, propuso la producción de alimentos sanos cuya elaboración no produjera
un impacto negativo en el medio ambiente. Para ello tomaron como punto de partida la supresión de insumos de síntesis química,
de materiales modificados genéticamente (la mayoría de las normas nacionales y privadas sobre la agricultura orgánica, excluyen
los organismos obtenidos por ingeniería genética -OIG- (incluidos los cultivos transgénicos) y el manejo integral de los campos
de cultivo, convirtiéndose de esta manera en los principios básicos de la producción orgánica. El modelo abarca toda la cadena
de valor desde la producción en el campo y la transformación agroindustrial hasta la comercialización, favoreciendo el desarrollo
de nuevas técnicas y procesos productivos y comerciales. Más adelante, la agricultura biológica fue extendiéndose a Suiza
y a otros países europeos.
La propuesta tuvo gran aceptación y así nació en 1980 la Federación Internacional
del Movimiento de Agricultura Orgánica (IFOAM), la primera organización que estableció los estándares básicos de producción
y transformación orgánica garantizando un código de conducta que establezca normas sobre la ética y las técnicas que deben
aplicarse en este sistema. Actualmente cuenta con unos 750 miembros en 104 países, de los que el 75% se encuentran en países
desarrollados.
IFOAM estableció la “certificación” de producción orgánica.
Ésta es un proceso que garantiza el cumplimiento de estos principios y la calidad de los alimentos producidos. Además, incorpora
en sus estatutos los conceptos de desarrollo social y comercio justo, estableciendo precios justos y un trato
mas digno a los productores. A título de ejemplo, empresas de los Estados Unidos retribuyen a los productores mexicanos con
salarios entre el 135% y 335% más altos que el salario mínimo. Así, los principios ecológicos, económicos y sociales de sustentabilidad
quedan incorporados al concepto orgánico, al menos en lo referente a las normas de IFOAM. Curiosamente, esta “autoimposición”
dentro del sistema no es contemplada en las legislaciones nacionales, dejándola en manos de las fuerzas del mercado.
En consecuencia, los métodos orgánicos no sólo se han constituido en un
sistema revolucionario respecto al medio ambiente, sino que han adoptado además una normativa ética que mejora las condiciones
de vida de los productores. Por otro lado, el empleo de la tecnología moderna ha reducido las fuentes de trabajo en el sector
agrícola mientras que la producción orgánica genera nuevos puestos de trabajo debido a la necesidad de incorporar abundante
mano de obra en el control de malezas o en actividades diversas como cosecha, manipuleo poscosecha, empaque, sanidad animal,
etc.
Todos los organismos especializados coinciden al afirmar que la agricultura
orgánica es uno de los diversos enfoques de la agricultura sostenible. Considerar una concepción reduccionista de la agricultura
biológica como una mera eliminación de insumos de síntesis o una aplicación de técnicas determinadas constituye una aproximación
miope similar a la que haríamos si dijéramos que la agricultura no puede ser sustentable porque no contempla la conservación
de las masas oceánicas. Si los sistemas de producción empleados no son sustentables, no podríamos denominarlos orgánicos:
podríamos hablar de agricultura sin pesticidas, pero no de agricultura orgánica. Todo depende de la perspectiva que adoptamos
cuando aplicamos el término sustentabilidad a un referente concreto.
Ventajas de la Agricultura Orgánica
Mediante la implementación de sistemas orgánicos en la producción agrícola
es posible obtener las siguientes ventajas con relación a la agricultura convencional:
1. Conserva los recursos naturales y promueve
la biodiversidad: ayuda a mantener la tierra, el agua y el aire
limpios y nuestras fuentes de alimentos libres de pesticidas y residuos químicos sintéticos. Se incrementa la diversidad tanto
del agroecosistema como de la producción resultando una mayor estabilidad ecológica y económica.
2. Previene la erosión: los suelos tratados con fertilizantes químicos son erosionados siete veces más rápido
que su capacidad natural de reconstrucción. La ausencia de éstos en la agricultura orgánica, el empleo de compost y la aplicación
de residuos orgánicos es la mejor garantía para nutrir y equilibrar el principal factor de trabajo que tiene el productor.
3. Produce alimentos sanos y de alta calidad nutritiva: tras la
revolución verde se generalizó el uso intensivo de fertilizantes, pesticidas y plaguicidas. Muchos de ellos fueron aprobados
por las autoridades sanitarias y con el transcurso del tiempo y el avance de las investigaciones se ha demostrado la toxicidad
de algunos de ellos para los organismos vivos. Con su eliminación, los productos orgánicos crecen vigorosos, son más saludables
y resistentes a plagas y enfermedades.
4. Protege la calidad de vida de las futuras generaciones: a pesar
de que permanece abierto el debate sobre Desarrollo Sostenible ya nadie duda de la necesidad de administrar los recursos que
heredarán las futuras generaciones. La agricultura orgánica asegura la continuidad de la fertilidad de la tierra y los alimentos
orgánicos proveen una dieta saludable para las nuevas generaciones.
5. Proporciona un entorno de trabajo favorable y protege la salud de
los productores: el uso habitual de pesticidas y herbicidas produce que los trabajadores agrícolas tengan mayor exposición
al riesgo de contraer enfermedades.
6. Ayuda a los pequeños productores: la agricultura a gran escala
está provocando la desaparición de los pequeños campesinos. Se prevé que la gradual conversión a la agricultura orgánica revalorizará
la actividad de los agricultores independientes ya que se emplean al máximo los recursos locales minimizando los insumos externos
y disminuyendo la dependencia. Es posible exportar productos sanos y obtener un sobreprecio sobre los productos convencionales
ya que existe un mercado asegurado por el cambio de patrones de consumo hacia
los productos orgánicos. La integración de la ganadería en el sistema aumenta los ingresos gracias a las ventas de los productos
derivados: cárnicos, lácteos y huevos.
7. Apoya el desarrollo económico y reduce los costes nacionales:
Aunque parezca paradójico, el hecho de que los productos ecológicos sean más caros que los tradicionales significa un ahorro
en los costes de control que deben ejercer los estados para controlar la calidad de los alimentos, desaconsejar el uso de
substancias tóxicas y, sobre todo, la gran pérdida que implica el deterioro de
los recursos naturales. Al final, estos costes recaen sobre todos los contribuyentes. Por otro lado, con los sistemas orgánicos
se incentiva el trabajo familiar y la organización comunitaria. La planificación de las épocas de siembra y cosecha, distribuye
de manera más equitativa la demanda de mano de obra, contribuyendo a dar estabilidad al empleo.
8. Preserva la calidad del agua: el uso de productos de síntesis
química en el riego o en fumigaciones genera contaminación de las capas freáticas que son la fuente primaria de agua potable
para la población; el mantenimiento de terrenos en buenas condiciones retiene la humedad y elimina la contaminación de acuíferos.
9. Ahorra energía: los procedimientos que utiliza la agricultura
tradicional consumen ingentes cantidades de energía. La agricultura orgánica tiene su fundamento en la práctica del trabajo
intensivo, muchas de las tareas son manuales y los abonos verdes que se utilizan no requieren de combustibles fósiles para
su fabricación.
10. Elimina los monocultivos: la plantación de un solo tipo de cultivo
de forma habitual disminuye la calidad de los suelos al eliminar los nutrientes y los minerales naturales, aumentando el riesgo
de enfermedades en los cultivos; por otro lado también disminuyen las posibilidades de comercialización de los productores.
La diversificación agrícola aumenta las oportunidades de obtener ingresos, distribuye el riesgo de pérdidas y aporta a la
alimentación familiar minerales y vitaminas esenciales para proteger la salud.
11. Mejoran las propiedades organolépticas: los alimentos biológicos
o naturales conservan su color, sabor y frescura intactos ya que no incorporan residuos de ningún tipo frente a los productos
tratados químicamente. Además las frutas y verduras obtenidas mediante el empleo de fertilizantes artificiales tienen menor
valor alimentario por peso que las orgánicas, debido a las mayores necesidades de agua que tienen los productos tratados con
fertilizantes químicos. Algunos estudios demuestran mayores niveles de calcio, hierro, proteínas, vitamina
C y potasio de los productos orgánicos.
A pesar de todas estas ventajas, la conversión de la actividad agrícola
tradicional en sistemas orgánicos no está exenta de dificultades. Al comienzo de su implementación los productores, con ninguna
experiencia, verán reducir sus rendimientos como consecuencia de la eliminación de los insumos sintéticos. En otras ocasiones
la escasa actividad biológica de la zona puede permitir que se presenten problemas de contención de plagas y de fertilidad,
pudiendo transcurrir años antes de que el ecosistema se restablezca lo suficiente para permitir la producción orgánica. En
estos casos puede ser preferible inicialmente la progresiva incorporación de
otros métodos sostenibles que admitan un uso prudencial de sustancias químicas sintéticas.
Una de las estrategias más empleadas para el difícil período de transición
consiste en introducir los sistemas orgánicos de forma escalonada en la finca, minimizando los riesgos de la adaptación. No
obstante, cada vez es mayor la reconversión de las explotaciones de producción convencional a la orgánica, y en algunos casos
se han conseguido aumentos de producción del 50 al 100%.
Técnicas empleadas
Además de los innegables beneficios económicos que tiene la agricultura
orgánica, las consecuencias que tiene su práctica son, hoy por hoy, el mayor incentivo para su aplicación. La interacción
óptima entre la tierra, los animales y las plantas, la conservación de nutrientes naturales y los ciclos de energía y el mantenimiento
de la diversidad biológica, contribuye enormemente a la sustentabilidad de la agricultura. Los métodos que utiliza son los
siguientes:
1. Ordenación, protección y conservación del suelo y el agua, mediante la cobertura (o “mulching”), el excavado doble y el barbecho, que se utilizan para luchar contra la erosión, la compactación, la salinización y otras formas
de degradación ecológica. Los cultivos mixtos y de relevo aseguran
una cobertura continua del suelo y por tanto una reducción del periodo de exposición del suelo a la fuerza erosiva de la lluvia,
el sol y el viento.
2. Uso de la rotación de cultivos compatibles, de abonos verdes, de estiércol
animal, reciclaje de desechos vegetales y desechos orgánicos compostados,
que mejoran la estructura del suelo y estimulan la proliferación de microorganismos (véase Compost). Las rotaciones deben contemplarse tanto desde un punto de vista económico como técnico.
3. Los cultivos intercalados y rotativos favorecen la diversidad de los
alimentos y la producción de forrajes, lo que además de mejorar la producción global y la fertilidad de las fincas contribuye
a la conservación de sus recursos fitogenéticos.
4. Uso de materiales orgánicos y plantas fijadoras de nitrógeno (leguminosas) para mantener los nutrientes del suelo. (Véase Fijación de nitrógeno).
5. Limitación del uso de fertilizantes minerales al mínimo necesario para
complementar el abono orgánico como, por ejemplo, fosfato mineral, potasa,
guano, algas,
subproductos de despiece, piedra caliza molida y cenizas de madera.
6. Empleo de variedades resistentes y de escarda manual, mecánica y térmica.
7. Manejo integrado de plagas (MIP) mediante control biológico, por ejemplo,
la proliferación de poblaciones de insectos beneficiosos (las feromonas son benéficas) o plantas con propiedades útiles para
la lucha contra las plagas (abejas, lombrices, mariquitas, parásitos de las plagas).
8. La arboricultura y la silvicultura integradas en el sistema agrícola proporcionan sombra y abrigo contra el viento, al tiempo que suministran
alimentos, ingresos, combustible y madera.
9. La integración de la ganadería en el sistema hace que aumenten los ingresos globales. Los animales son criados sin los tradicionales fármacos,
antibióticos, hormonas o antiparasitarios. Algunos sistemas de agricultura orgánica incorporan también la apicultura y la acuicultura.
10. Prácticas de integración del número de animales con la tierra disponible,
de manera que las explotaciones agrícolas puedan atender sus necesidades de piensos y nutrientes en el ámbito del sistema.
Certificación y Calidad Total en los Sistemas Orgánicos
La certificación es el fundamento de la operatividad de los sistemas orgánicos.
La mundialización de los mercados y las grandes distancias entre los centros de producción y los de consumo ha provocado la
necesidad de que todos los productos cuenten con una “garantía de origen”. En el caso de los productos
orgánicos se considera estrictamente necesaria debido a las particulares condiciones de su proceso productivo; de esta forma
la certificación se ha convertido en un elemento del mercado imprescindible que garantiza la calidad desde el productor hasta
el consumidor, permitiendo la comercialización de los productos gracias a las seguridades que ofrece. La certificación es
un factor catalítico del proceso, integrado en el contexto y no una etapa aislada y fuera del mismo, que crea confianza y
satisfacción en el consumidor, es una garantía para preservar el medio ambiente y asegura la calidad de vida.
El coste de este servicio puede ser elevado, sobre todo porque pocos países
en desarrollo cuentan con organizaciones de certificación reconocidas internacionalmente, aunque este problema está resolviéndose
gradualmente. Su precio depende del tamaño de la explotación, el volumen producido y la eficiencia del organismo certificador.
Una certificación de IFOAM cuesta como máximo el 5% del valor de las ventas, pudiendo reducirse al 2% si existen organismos
locales de certificación aunque no estén acreditados o el interesado cuenta con un sistema de certificación interno, como
en el caso de las organizaciones de productores.
Además, los agricultores que optan por los sistemas orgánicos deben cumplir
con los requisitos de la certificación: la eliminación de residuos químicos del suelo puede llevar hasta tres años, período
durante el cual no podrán incorporarse a los mercados internacionales. Casi todas las certificadoras tienen una lista de las
sustancias permitidas y de las prohibidas; éstas son generalmente productos sintéticos o naturales que hayan sido cuestionados
por tener un determinado grado de toxicidad o por ser dañinos para la salud o el medio ambiente.
Cada país y cada comprador tienen opiniones diferentes respecto a la credibilidad
de las certificadoras, quienes en algunos casos emplean criterios y procedimientos distintos. Por eso, cada vez son mas los
países que han dictado legislación para la certificación orgánica, así como estándares referentes a los métodos de crecimiento,
acondicionamiento de los animales en las granjas, criterios medioambientales procesos de transformación y embalaje. La falta
de información puede ser un problema y la necesidad de cumplir los requisitos exigidos internacionalmente provoca inseguridad
en los integrantes de la cadena comercial. Es frecuente que productores y empresas carezcan de conocimientos sobre agricultura
orgánica y sobre los requerimientos de la certificación (y en algunos casos, los inspectores, aun con experiencia, se encuentran
con productos que les resultan extraños por factores climáticos, culturales o agronómicos). Normalmente, los procesos de certificación
son acordes a los sistemas de certificación de la ISO (ISO/IEC Guía 65:1996 e ISO 10011) y de la Comunidad Europea (EN 45011).
La certificación de las empresas a las normas ISO y la “futura necesidad” de la obtención del sello verde
contemplado en ISO 14.000 están en completa consonancia con los objetivos de la agricultura orgánica.
Estados Unidos desarrolló en 1990 la Organic Foods Production Act (OFPA),
también conocida como Acta de California. Desde entonces está trabajando en homogeneizar los requisitos y las leyes existentes
en los distintos estados ya que al menos la mitad de éstos tienen leyes especificas sobre la producción orgánica. En Europa
la norma reguladora es el Reglamento 2092/91 y en Japón, el Japan Agricultural Standards - JAS, que está previsto que entre
en vigor en el año 2000. Quizás las más conocidas sean IFOAM, Organic Crop Improvement Association (OCIA), Naturland, Demeter
Association, Oregon Tilth, Bio Suisse, Global Organic Alliance, Farm Verified Organic (FVO), Natural Food Certifiers (NFC)
y Organic Forum International. En
América Latina podemos encontrar la Organización internacional Agropecuaria, Argencert y Bolicert, existiendo otras en proceso
de creación.
Debido a las peculiaridades de los productos orgánicos, los envases y embalajes
son fundamentales durante todo el ciclo de vida del producto. Esto implica que hay que prestar especial atención a todos los
continentes utilizados desde que los productos son cosechados hasta su colocación en las estanterías de los establecimientos
comerciales. Es necesario que los materiales empleados no produzcan alteraciones de las características organolépticas de
los productos (color, olor, sabor, textura y flavor). Los envases requieren tener en cuenta la integridad del productor envasado,
facilitar su comercialización, la energía utilizada en su elaboración y reciclaje, la contaminación ambiental y la salud.
El objetivo principal es economizar energía. Una de las formas más generalizadas
de conseguirlo es la reducción de la cantidad de material empleado por envase, optimizando su formato y dimensiones. En ocasiones
también produce buenos resultados utilizar otros materiales. El uso de materiales reciclables es aconsejable, pero requiere
un proceso e inversiones que todavía quedan fuera del alcance de muchos de los países productores de orgánicos. La reutilización
requiere la recolección de los envases vacíos, higienizarlos y acondicionarlos para su uso posterior. Además, el reciclaje
no es posible en todos los casos, debido a que a veces hay que destruirlos para acceder al contenido o no resisten el uso
reiterado.
Los envases plásticos deben ser declarados bromatológicamente aptos para
que puedan ser comercializados. Esto requiere que los polímeros y aditivos empleados en su fabricación pertenezcan a listas
positivas (sustancias inocuas en ensayos con animales y cuyo uso está autorizado) y que estén dentro de los límites de migración
total y específica (transferencia de componentes no poliméricos del plástico hacia los alimentos). Los pigmentos empleados
deben cumplir los límites de metales pesados y aminas aromáticas.
El mercado de Productos Orgánicos
A pesar de tratarse de un mercado relativamente joven (aproximadamente
20 años), su crecimiento es muy rápido y por ello no existe información fidedigna sobre el mercado, debido a la falta de recopilación
sistemática de datos sobre producción o de encuestas de mercado amplias que permitan evaluarlo. Actualmente ya ha trascendido
las fronteras nacionales concentrándose a escala mundial en la mayoría de los países de Europa Occidental, América del Norte,
Japón y Australia, con menor importancia en algunos países en desarrollo. La demanda de productos orgánicos en el mercado
internacional evidencia un crecimiento acelerado, de 2.310 millones de dólares en 1994 a 13.000 millones en 1997. El sector
crece a una tasa anual del 20 al 30%, llegando en algunos países europeos al 50%. En Austria y en Suiza, la agricultura orgánica
ha llegado a representar hasta un 10% del sistema alimentario, y en Estados Unidos, Francia, Japón y Singapur se están registrando
tasas de crecimiento anual superiores al 20%. Cada vez son más los gobiernos que fomentan la agricultura biológica incentivando
la producción, transformación, venta y promoción de estos productos.
La oferta es muy variada y aunque el ritmo de aumento de la producción
está en constante crecimiento no se consigue abastecer la demanda por lo que las importaciones son elevadas en muchos países.
Entre los productos principalmente cultivados se encuentran patatas,
legumbres, cereales (fundamentalmente el maíz) y todo tipo de verduras. Este crecimiento nos revela el elevado potencial de desarrollo del
sector desde el punto de vista de mercado, del avance técnico y de sus beneficios en el impacto social y ambiental en el medio
rural.
El 70% de las ventas se realiza a través de tiendas especializadas y el
resto mediante supermercados, canal que poco a poco va adquiriendo mayor protagonismo. Empresas como McDonald’s, Danone,
Lufthansa, Swiss Air, Nestle y Novartis han entrado o lo están haciendo en el mercado.
Las razones de la aparición y consolidación de este mercado deben buscarse,
por un lado, en la modificación de ciertos hábitos de consumo y la adopción de un estilo de vida más cercano a lo “natural”
por la desconfianza hacia los productos convencionales. Los consumidores, cada vez más informados de las bondades que ofrecen
los productos orgánicos, cobran mayor conciencia de la necesidad de proteger la salud y el medio ambiente, siendo muy sensibles
a las campañas publicitarias de los principales distribuidores. Las actuales formas de distribución de productos ecológicos
estimulan la demanda mediante la oferta de nuevos artículos y la introducción de embalajes innovadores, paliando las tradicionales
condiciones de alienación y anonimato en el consumo masivo. Por ultimo, los importadores de productos orgánicos son más permisivos
al comienzo con las deficiencias del productor facilitando su aprendizaje.
El consumidor adquiere productos orgánicos por sus intereses sobre la salud
y el medio ambiente y además está dispuesto a pagar un sobreprecio por aquellos. No obstante, su comportamiento está influido
por el nivel de precios, por la información sobre la calidad nutritiva y sabor y por sus experiencias anteriores. Los consumidores
menos informados no distinguen entre productos orgánicos genuinos y seudo-orgánicos. La disposición a pagar más por un producto
de calidad diferente depende en gran medida del nivel de ingresos del consumidor. Para los consumidores de bajos ingresos,
el precio es muy importante a la hora de decidir la compra, en tanto que aquellos con mayores niveles de ingresos dan prioridad
en la decisión final a los aspectos no económicos. El público en general los adquiere por sus características organolépticas,
calidad y mayor peso, mientras que los consumidores relacionados con la cultura orgánica centran su atención en que el producto
sea auténticamente orgánico.
El mercado de productos orgánicos se caracteriza por los mayores precios
con relación a los productos convencionales y la falta de continuidad y de calidad de la oferta. A partir de estos puntos
se derivan los principales inconvenientes que retardan su crecimiento. Por otro lado, las cantidades comercializadas suelen
ser pequeñas, favoreciendo la entrada de pequeños productores que puedan satisfacer la demanda. El precio se encuentra entre
el 20 y el 30% por encima, llegando a existir diferencias de hasta un 300%. Esto responde a que ciertos consumidores están
dispuestos a pagar por el reconocimiento de los beneficios sociales que aporta este sistema de producción.
Los altos precios al consumidor final se deben principalmente a los siguientes
aspectos:
1. Menores rendimientos y cantidades producidas, sobre todo al comienzo
de la transición a los sistemas orgánicos, ya que se obtienen menores márgenes de rentabilidad. Esta disminución depende de
factores como las características biológicas de la explotación, los conocimientos técnicos del productor y el nivel de uso
de insumos sintéticos utilizados con el sistema de gestión anterior.
2. Gastos de certificación y control: a simple vista los productos orgánicos
no se diferencian de los convencionales, resultando imprescindible un sistema de certificación que garantice al consumidor
el origen y la metodología de producción empleada y, al mismo tiempo, proteja al productor de la competencia desleal de productos
rotulados como orgánicos pero que no cumplen con los requisitos exigidos.
3. Logística y estructura comercial más compleja con relación a los productos
convencionales y con mayor coste, debido a que los menores volúmenes comercializados dificultan la obtención de economías
de escala y los beneficios que de ellas se derivan. Los problemas aparecen durante el transporte y manipulación debido a que
los productos tienen que manejarse separadamente de los convencionales. Además, los bajos volúmenes de materia prima no permiten
el uso eficiente de maquinaria. Por último, la comercialización se ve afectada por la discontinuidad de la oferta, su reducido
volumen y el bajo número de puntos de venta minorista, existiendo en ocasiones en los canales de distribución demasiado intermediarios
que no agregan valor a estos productos.
La Demanda
Europa y Estados Unidos son hoy por hoy los principales demandantes, con
una elevada tasa de crecimiento para los países en vías de desarrollo. Las perspectivas son de una clara expansión, pasando
del 1% o 1,5% actual del total de ventas del sector de la alimentación a entre el 5 y 10% para el año 2000, aunque su crecimiento
es aun marginal comparado con el del resto de la producción o el de los consumidores totales.
Europa
Los productos orgánicos en la Unión Europea no llegaban al 1% del comercio
total de alimentos en 1991. En 1992 se superó levemente ese porcentaje, estimándose alcanzar un 10% para el año 2000. Las
fincas convertidas a la producción orgánica vienen creciendo a una tasa del 24% en los últimos años, existiendo más de 55.000
establecimientos ecológicos. Entre 1993 y 1997, la superficie dedicada a la agricultura biológica se incrementó más del doble,
al pasar de 890.000 a 2,2 millones de hectáreas, y el número de agricultores pasó de 35.000 a 97.000. La superficie cultivada
ha aumentado en un 46 % entre 1998 y 1999. Varios países europeos tienen como objetivo tener el 10% del área bajo certificación
orgánica para el 2000, mientras que otros, como Austria y Dinamarca, se han propuesto como meta el 20%. En Austria, el 8,4%
del área total estaba bajo producción orgánica (287.900 ha) en 1999. En 1998 alcanzó el 10% (345.375 ha) entrando en fase
de consolidación. Destacan las tasas de crecimiento de entre un 50 y un 150 % en países como España, Portugal, Grecia y Dinamarca
así como en Bélgica y Francia. Las subvenciones constituyen un importante estímulo para el desarrollo del sector.
Porcentaje del área total bajo producción orgánica
Liechtenstein
17,0%
Austria
8,4%
Suiza
7,8%
Finlandia 6,3%
Italia
5,3%
Suecia
3,7%
República Checa
2,5%
Alemania
2,4%
Reino Unido
1,8%
Noruega
1,8%
Canadá
1,32%
El mercado europeo de los alimentos ecológicos incrementa un 23% anualmente.
Las previsiones indican que las ventas de carnes y lácteos se triplicarán en los próximos años, pasando de un valor de 1.100
millones de US$ en 1997 a 3.200 millones en el 2002. El crecimiento para los productos hortícolas orgánicos, cuyo valor actual
es de 200 millones de US$, pasaría a 510 millones en el 2003. Los países europeos mediterráneos muestran una tendencia creciente
en el consumo, perfilándose como productores de aceite de oliva,
hortalizas, legumbres frescas y cereales. Cinco son los países productores de orgánicos “extrazona” cuyos productos
son aceptados por la Unión Europea: Argentina, Australia, Hungría, Israel y Suiza.
Alemania es el principal productor y consumidor europeo de productos orgánicos
debido al elevado nivel de concienciación de su población sobre la salud y el medio ambiente y al apoyo del gobierno para
la conversión hacia la agricultura orgánica. Aquí nació Edén, la primera empresa del subsector, fundada en 1893 y especializada
en alimentos sanos o naturales. A pesar del aumento de la oferta interna de productos orgánicos, Alemania importa la mitad
de los alimentos que consume. Las importaciones se realizan principalmente desde Francia, Dinamarca, Holanda e Italia y se
complementan con productos de Estados Unidos, Sudamérica y algunos países asiáticos.
Protrade, la mayor organización alemana de fomento del comercio, gestiona la base de datos Green
Trade Net que suministra información sobre los mercados facilitando las comunicaciones entre los distribuidores nacionales
y los exportadores de otros países. Otro ejemplo importante de cómo desarrollar el comercio justo dentro de este enfoque es
el que ofrece Naturland con el apoyo financiero e infraestructura social a productores indígenas del sudeste mexicano
para la producción, transformación y empaque.
Dinamarca es uno de los mayores consumidores per capita europeo, lo que
permite estimar una tasa de crecimiento del consumo del 30 al 40% para los próximos años.
España orienta su producción a la exportación, abasteciendo a los países
nórdicos y centroeuropeos. Todavía no ha desarrollado una estructura comercial organizada, a pesar de que el número de fincas
dedicados al cultivo de productos orgánicos aumenta anualmente de forma considerable. Los datos indican que han pasado de
977 fincas orgánicas y 15.387 hectáreas en 1994 a 11.773 fincas y 352.164 hectáreas
en 1999, utilizando el 1,4% del área total agrícola. El tamaño promedio de una explotación es de 15 hectáreas. El volumen
comercializado en 1997 alcanzó los 320 millones de dólares. Las principales zonas de producción orgánicas se encuentran en
Andalucía, Cataluña, Aragón y Valencia. La asociación Vida Sana es la pionera desde 1974, teniendo en el municipio extremeño
de Villanueva de la Serena, Badajoz, el mayor centro de producción y distribución de agricultura biológica de España. Los
productos más populares son, por este orden, cereales, frutas frescas y verduras, frutos secos, leguminosas (habas) y soja,
y olivos (aceite de oliva) y productos elaborados, pan y lácteos.
El mercado francés es un importante productor de distintos productos orgánicos,
aunque este tipo de agricultura esta relativamente poco desarrollada con apenas el 0,8% (234.800 has) del total de superficie
cultivada (1998), frente al 2,4% de Alemania, el 7,8% de Suiza o el 8,4 de Austria. En 1975 contribuía con el 40% a las tierras
ecológicas de Europa pero se convirtió en un país importador de productos ecológicos. En 1997 las instituciones oficiales
detectaron este desequilibrio y desarrollaron políticas nacionales a largo plazo que tienen como objetivo llegar a una superficie
de un millón de hectáreas para el año 2005. En concreto se previó incrementar las 4.500 explotaciones orgánicas existentes
en 1997 a unas 25.000 lo que ha producido tasas de crecimiento superiores al 20% En 1998 ya tenía 6.500 establecimientos.
Es más que previsible que la producción local no abastezca la creciente demanda, por lo que Francia seguirá siendo un importante
importador. Las principales redes de distribución y las agroindustrias muestran cada vez mayor interés en la producción orgánica,
por lo que es previsible un importante aumento de las ventas totales.
Aunque el mercado interno de productos orgánicos es relativamente reducido,
los Países Bajos destacan, mas que como productores, por ser un importador de gran tamaño debido a su papel como transformador,
embalador y re-exportador de alimentos para los demás países europeos. Una considerable proporción de los alimentos orgánicos
importados a granel tienen su entrada en Europa por los Países Bajos. La superficie certificada es de 22.997 has (1,2% del
área agrícola) y existen 1.216 fincas orgánicas. El comercio está bien organizado y es apoyado por el gobierno con campañas
para conservar la naturaleza y el medio ambiente destinadas a incrementar los cultivos orgánicos mediante subsidios en la
fase de transición. En el comercio internacional, Holanda es un importante exportador de hortalizas y frutas, con un volumen
equivalente al 60 - 80% de la producción interna.
En Bélgica la diferencia de precios que aplica el mercado minorista convencional
que comercializan productos orgánicos oscila entre el 30% y el 150%, lo que representa un obstáculo para el desarrollo del
sector. No obstante, no se han detectado, salvo excepciones, grandes diferencias entre los precios de los almacenes especializados
y los de las grandes superficies.
Italia posee un mercado considerable aún cuando abastece a otros países
consumidores de productos orgánicos, cercano a los 750 millones de dólares. Los compradores son personas con alto nivel de
educación, comprometidas principalmente con la defensa del medio ambiente. El elevado precio disuade a los potenciales consumidores
que, por falta de información, consideran que el mercado sólo comprende frutas y hortalizas verdes, desconociendo los productos
cárnicos, lácteos y panificados.
El Reino Unido es un mercado de gran dinamismo y crecimiento para los productos
orgánicos, aunque comparativamente mucho menor que el mercado alemán. Según su Ministerio de Agricultura, el mercado de alimentos
orgánicos pasó de 68 millones de US$ en 1987 a cerca de 450 millones en 1997. En 1998 contaba con 1.356 explotaciones y una
superficie de 291.538 hectáreas. Las fincas orgánicas no llegan al 2 % del total de explotaciones agrícolas. La Soil Association
pretende que para el 2010 sean orgánicas el 30% de las tierras cultivables y que el comercio alcance el 20% del total de consumo
alimentario. La responsabilidad de la producción orgánica recae en el UK Register of Organic Food Standards (UKROFS), organismo
independiente que regula los estándares que deben seguir las certificadoras y los productores. El gobierno apoya a los productores
durante el período de transición.
Suecia es un gran promotor del movimiento ecológico. Las tierras bajo producción
orgánica, 127.000 has (1998) constituyen el 10% de las tierras cultivables (3,7% de la superficie total). La demanda de productos
ecológicos es bastante elevada (0,6% del total del mercado alimentario) y el 10% de la población son consumidores permanentes,
con una cifra de negocio cercana a los 110 millones de dólares (1997). El principal problema es la insuficiente oferta de
productos orgánicos. Al igual que otros vecinos, Suecia importa de los países mediterráneos y de los Estados Unidos.
Suiza tiene una larga tradición en agricultura orgánica, registrando 83.100
has (7,8% de la superficie) y un volumen de negocios de 350 millones US$ (2,5% del total del sistema alimentario. El gobierno
apoya con subsidios la transformación de las fincas y subvenciona la producción de cultivos orgánicos, lo que favorece el
aumento de la superficie cultivada.
EE.UU. ha sido tradicionalmente el mayor exportador y consumidor mundial
de productos orgánicos y su mercado interno demuestra un notable crecimiento, aunque desde hace dos años ha sido superado
por la Unión Europea. El volumen de productos orgánicos comercializado pasó de US$ 1.250 millones en 1991 a US$ 5.000 en 1998,
con un crecimiento promedio anual del 22%. Las previsiones son alcanzar los 10.000 millones en tan solo cinco años (para el
2000 se estima que llegará a 6.800 millones). Su rápida expansión representa una clara ventaja para los países centro y sudamericanos
exportadores de productos tropicales. Existe una intensa competencia entre todos los niveles de la cadena de comercialización,
y los supermercados ocupan el primer lugar en cuanto a la salida de este tipo de productos. Exporta cereales, legumbres y
semillas a Europa, principalmente hacia Alemania, Holanda, Bélgica e Inglaterra, y a Japón y Australia. California es la principal
región productora.
En comparación con otros mercados, Japón es un importador pequeño, aunque
está convirtiéndose en el líder mundial en consumo per cápita de productos orgánicos. En 1997, la Organización Japonesa para
el Comercio Exterior estimó que el volumen comercializado de este subsector fue cercano a los 200 millones de dólares y una
tasa de crecimiento superior al 20%, pero según otras fuentes, las ventas podrían alcanzar los 1.000 millones de dólares.
El Ministerio de Agricultura japonés cifra en 10.000 los agricultores orgánicos, a los que se pueden agregar aquellos que
utilizan cantidades mínimas de pesticidas, totalizando 30.000 productores. Existen en el mercado interno más de 100 productos,
tradicionales o no. El Organic Bank ha lanzado la campaña “1% Organic” para incentivar la conversión. Exporta
a Estados Unidos y a otros países asiáticos y su pequeño tamaño y su elevada población llevo desde sus comienzos a que los
sistemas orgánicos revistieran la forma de agricultura por pedido.
La oferta
Aunque las mayores superficies certificadas están en Australia (1,7 millones
de hectáreas), Canadá (1 millón ha) y Estados Unidos (0,9 millones), la oferta proviene mayoritariamente de países en desarrollo,
quienes se han orientado a la exportación hacia los centros de consumo,. El Centro de Comercio Internacional UNCTAD/OMC -
CCI indica que “por lo menos 100 países producen alimentos y bebidas orgánicos en cantidades comerciales, entre ellos
27 países en desarrollo de África, 15 países, incluidos 12 países en desarrollo, de Asia; aproximadamente 25 países en desarrollo
de América Latina y el Caribe; tres países (incluido un país en desarrollo) en Australia y el Pacifico; aproximadamente 20
países en Europa y siete economías en transición, y finalmente los Estados Unidos y el Canadá”.
A nivel mundial, los principales países netamente productores orgánicos
son EE.UU., México, Brasil, India, Argentina, Colombia, Perú, República Dominicana, Costa Rica, Egipto, Turquía y Australia.
Dentro de Europa, Francia y España, son los principales productores, sobre todo de hierbas medicinales, frutas frescas y deshidratadas,
seguidos de Alemania.
Todos los mercados ofrecen buenas perspectivas para los proveedores de
productos orgánicos que no se produzcan en el país. Pero además, hay buenas perspectivas, no sólo para los productos fuera
de temporada (frutas y hortalizas), sino también para algunos productos que se producen en los mercados propios debido a la
insuficiente oferta local, por lo menos a plazo corto o medio.
Los países en desarrollo han comenzado a exportar con éxito muchos de estos
productos, por ejemplo, frutas tropicales a la industria europea de los alimentos infantiles, hierbas de Zimbabwe a Sudáfrica;
seis países africanos exportan algodón a la Comunidad Europea. Las exportaciones principales son: frutas y legumbres frescas,
especias y hierbas, café, té y cacao. En menor cantidad también suministran carne y productos lácteos, bebidas alcohólicas
y alimentos preparados. La industria revela ya mejores métodos de distribución y estándares de producción.
En Latinoamérica, se van extendiendo las redes de agricultura orgánica
por la seguridad alimentaria que produce y la garantía del mercado para los pequeños productores. Éstos suelen destinar su
producción al mercado interno (en aquellos países que lo tienen). Es muy común la producción de cítricos en Bolivia, Brasil,
Costa Rica (zumo de naranja), Cuba, Honduras y México.
América Central
En Centroamérica, la producción orgánica se encuentra principalmente en
México, Nicaragua y Costa Rica, aunque se está introduciendo recientemente en otros países como República Dominicana, Guatemala
y Cuba.
México es un importante exportador debido a su privilegiada posición como
vecino de uno de los mayores países consumidores del mundo de productos orgánicos, a quien exporta (el 85% de su producción
en 1999) desde 1980 pero también comercia con Europa. El volumen exportado es cercano a los 700 millones de dólares anuales
y se estima que el valor de las ventas de la producción orgánica certificada por OCIA y Naturland es aproximadamente 500 millones
de dólares. Casi toda su superficie certificada es acorde con el Acta de California de 1990 sobre Alimentos Orgánicos. Paso
de las 23.000 has en 1996 a 55.000 has en 1998, lo que significa una tasa de crecimiento del 140%.
Es el principal exportador de productos orgánicos de América Latina, básicamente
de café y frutas tropicales, además de sésamo, hortalizas y algodón. El mercado interno se caracteriza por la numerosa cantidad de cooperativas
y asociaciones: más de 25.000 pequeños productores, el 95% que abarcan el 89% de la superficie certificada, y un número reducido
de medianos y grandes agricultores. Los certificadores son principalmente de Estados Unidos y Europa, contando con algunos
locales para el mercado interno. Los canales de distribución nacionales aun no están muy desarrollados.
El principal producto de exportación de Nicaragua es el café, resultado
de una campaña de promoción de la agricultura orgánica apoyada por instituciones extranjeras para incentivar el consumo de
estos productos y que obtuvo excelentes resultados con el café y el cacao.
Cuenta con una superficie certificada de 1.400 has.
Costa Rica utiliza sistemas de producción orgánica desde hace muchos años,
por lo que cuenta con un sector comercial y de distribución bastante desarrollado. Tiene habilitadas 9.000 has (0,31% de la
sup. agrícola).
América del Sur
Los principales países productores de la región son Brasil, Argentina,
Chile y Bolivia. También existe en menor medida en Colombia, Perú y Paraguay, cuyos mercados internos no son significativos
y se dedican básicamente a la exportación de azúcar y café.
La producción orgánica argentina ha tenido un crecimiento sostenido en
los últimos años y el escaso desarrollo del mercado interno orienta sus actividades a la exportación. Las condiciones de Argentina
son muy favorables porque tradicionalmente ha utilizado un bajo porcentaje de agroquímicos; además existen suelos fértiles
que limitan el uso de fertilizantes. La superficie dedicada a productos orgánicos certificados ha pasado de las 5.500 hectáreas
que tenía en 1992 hasta las 380.000 hectáreas (0,22% de la sup. agrícola) que alcanzó en 1999 lo que representa un incremento
en ese período del 7.600 %. Este crecimiento y la importancia del sector se deben a la cooperación entre los organismos públicos
y privados de todo el país. Fue uno de los primeros países no pertenecientes a la UE en ser admitido con un sistema de certificación
equivalente.
El valor bruto de la producción orgánica alcanzó en 1996 alrededor de 52
millones de dólares. El 15% del volumen total producido es para mercado interno, exportándose el resto a Europa (82%) y Estados
Unidos (16%), y en menor medida a Canadá, Japón y algunos países orientales.
Bolivia es conocida por la exportación de cacao y café orgánico, con la
particularidad que la comercialización se realiza con el apoyo de empresarios de Estados Unidos. En Brasil, la falta de mercado
interno propició que se realizara una campaña de concienciación a su población hacia el consumo de orgánicos. De ella se derivó
la creación de cooperativas de cooperativas de producción, las cuales son sostenidas por los consumidores. En 1999 declaraba
1.200 establecimientos, con 100.000 has (0,2% de la de la sup. agrícola).
El mercado interno chileno es muy reciente, pero está teniendo un rápido
crecimiento. Exporta a EE.UU. Europa y Japón. La superficie certificada es superior a las 200.000 has. La agricultura orgánica
en Perú es muy reciente, encontrándose en un proceso de consolidación.
Asia, Africa y Oceanía
Asia y los países del extremo oriente, incluida China, han desarrollado
su producción orgánica para la exportación a escala mundial, con un mercado interno en crecimiento, y en menor medida para
paliar los efectos de la erosión y la desertificación. Muchos países actualmente se encuentran en fase de transición, aunque
la superficie certificada es aun muy reducida.
China tiene un pequeño mercado interno en aumento, exportando principalmente
a los Países Bajos y Japón. Actualmente el gobierno está estudiando el desarrollo de
estándares de producción orgánica. India vende, especialmente a Estados Unidos, té, pimienta y algodón. Corea aún es un pequeño
productor y consumidor. En Pakistán, la producción y consumo es incipiente. Incluso no posee programas oficiales de certificación.
El sector orgánico filipino es relativamente pequeño y destaca por sus altos precios. Mueve en torno 6,15 millones de dólares,
de los cuales el 60% corresponde a productos procesados. La superficie certificada
es menor del 1% de la superficie agrícola y la tasa de crecimiento de la producción nacional crece entre el 10 y el 20% anual.
Las principales áreas productivas se encuentran en las cercanías de Manila, que ofertan frutas y vegetales frescos y procesados,
hierbas y especias y arroz. Hong Kong tiene un pequeño mercado desde 1990, originado por las tendencias japonesas y por las
remesas de inmigrantes chinos. Israel produce muchos cítricos.
Los principales países productores africanos son Egipto, los países del
Magreb y Madagascar. Una característica del continente es la ausencia de legislación y los elevados costes de la certificación.
Sin embargo, el reducido uso de químicos, la relativa ausencia de plagas y la relativa proximidad a los mercados europeos,
representan una ventaja para la región, por lo que se prevé que crezca rápidamente en la próxima década.
La información recopilada es muy escasa: Egipto tiene un pequeño mercado
interno y exporta hierbas medicinales, té y algodón. Turquía es el mayor país de la zona en cuanto a superficie certificada,
18.000 has, y 7.500 establecimientos. Abastece el Norte de Europa, especialmente a Holanda. Varios países producen cítricos
como Egipto, Marruecos, Sudán y Túnez. Egipto y Uganda han realizado acuerdos entre países para alcanzar volúmenes adecuados
para la exportación.
Australia tiene la mayor superficie certificada del mundo con 1,7 millones
de has. (2000) Exporta algodón, cereales y cítricos e importa aceite de oliva desde Estados Unidos. Nueva Zelanda y Papua
Nueva Guinea también producen cítricos orgánicos
Perspectivas
El crecimiento del mercado ha quedado suficientemente demostrado anteriormente.
Por otro lado, la oferta proviene principalmente de muchos de los Países Menos Avanzados. En muchos de ellos la producción
agropecuaria intensificó la utilización de agroquímicos y otros insumos, pero sin alcanzar los niveles de Europa o EE.UU..
La FAO indica que la falta de información es un obstáculo para la conversión a la agricultora orgánica según el 63% de los
agricultores del África subsahariana y el 73% de los agricultores orgánicos de América del Norte.
Los técnicos extensionistas generalmente han sido formados para la agricultura
convencional, y no están capacitados respecto al empleo de sistemas orgánicos
o carecen de una visión adecuada del mercado. En ocasiones son ellos mismos quienes disuaden a los agricultores de su adopción.
Éstos también necesitan una profunda capacitación y concienciación, pues el riesgo de volver a los sistemas tradicionales
a la primera dificultades es elevado. El régimen de tenencia de la tierra es decisivo para la implementación de la agricultura
orgánica. Es muy difícil que agricultores arrendatarios o sin título de propiedad inviertan la mano de obra necesaria y subsistan
al difícil período de transición sin la garantía de acceso a la tierra en los años posteriores, cuando podrán obtenerse los
beneficios de la producción orgánica. Para ello es necesario no sólo disponer de condiciones naturales y de producción, sino
de un marco legal que regule los aspectos vinculados con la producción orgánica.
Las dificultades para el desarrollo de lo mercados internos vienen fundamentalmente
por la reducida cantidad de consumidores concienciados, los altos precios y el escaso desarrollo de los canales de distribución.
Debido a la especificidad de los nichos de mercado a los que van dirigidos los productos orgánicos, es más que previsible
que a largo plazo los beneficios se obtengan por tratar con mayores volúmenes de negocio y no al sobreprecio que existe actualmente.
El apoyo institucional es escaso en los países en desarrollo: con frecuencia
no existen instituciones capacitadas para prestar asistencia a los agricultores a lo largo de los procesos de producción,
poscosecha y comercialización. Como ya hemos mencionado, en muchos países desarrollados el apoyo estatal a los productores
es considerable, lo que nos indica la importancia que está cobrando el sector. Sin embargo, es de prever que las futuras limitaciones
al comercio internacional vengan por los requerimientos legales o de certificación. El impulso a los sistemas orgánicos requiere
del apoyo gubernamental, al menos en sus comienzos, facilitando las etapas de transición, la formación, el conocimiento de
los mercados y la adecuación de las redes comerciales de exportación.
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