SUELO / for AGRONED ON LINE/ E.Guerra V. Sancho F. Villavicencio
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Feliz Navidad  y Año 2004

Suelo aluvial

 

 

& [Edafología] Tipo de suelo poco evolucionado que se constituye como los depósitos recientes de los valles y cuyas características en cuanto a composición y grado de alteración dependen, en última instancia, de las del material arrastrado por las aguas corrientes en superficie. Este hecho favorece la aparición de una capa de agua que viene condicionada por unas importantes oscilaciones temporales. El perfil de este suelo evoluciona entonces a partir de sus propias características físicas (profundidad, aireación, contenido en agua, etc) y del régimen hídrico que los controla. Su importante contenido en materia orgánica, junto con sus propiedades físicas anteriormente mencionadas, les hacen ser de una excelente calidad para el asentamiento de la vegetación y para el desarrollo de cualquier tipo de actividad biológica.

(Para más información véase el apartado Llanura de inundación desarrollado en el artículo Río y Sedimentación aluvial desarrollado en Sedimentación).

Se trata de suelos donde domina la heterogeneidad; no obstante, varias son las características que se pueden asimilar a todos ellos:

- presencia casi permanente de una capa de agua de origen freático, se trata en este caso de los denominados suelos aluviales con gley. Esta capa freática no suele ser de características reductoras ya que se renueva con mucha agilidad y presenta un contenido muy pobre en materia orgánica. Son suelos de transición y vienen definidos por su condición de hidromorfos o turbosos y por ubicarse siempre en zonas deprimidas.

- humificación intensa favorecida por las altas tasas de humedad que se logran alcanzar en los perfiles de estos suelos. El humus dominante suele ser muy activo aunque tiende hacia modalidades como el anmoor o el turba (véase humus) cuando estas propiedades hidromorfas son muy intensas.

- grandes contrastes dentro del perfil en cuanto a granulometría y textura; este hecho condiciona las importantes variaciones que se producen entre los distintos horizontes que lo componen. No hay que olvidar que estos suelos se conforman a partir de los materiales que son arrastrados por los ríos y que dependen de las características dominantes durante la formación de los respectivos aluviones (véase aluvión).

- empardecimiento de este tipo de suelos siempre que se desarrollan sobre climas templados.

Los suelos aluviales son, por regla general, muy fértiles como consecuencia de su alto contenido en materia orgánica y en minerales. Otro factor determinante es su contenido en agua que no llega a ser asfixiante puesto que dicha capa freática, al renovarse constantemente, permite una buena aireación. Los mejores suelos son los que contienen una ligera capa limosa o arcillosa de importante espesor (próximo al metro) ubicada sobre otra capa más gruesa siempre y cuando ésta no llegue a interrumpir el ascenso capilar.

Clasificación de los suelos aluviales

Se ha realizado una clasificación de todos los tipos de suelos aluviales atendiendo, en primera instancia, al grado o intensidad de hidromorfía que presentan. Nos encontramos así con los siguientes:

Suelos aluviales caracterizados por su débil evolución hidromorfa:

A) suelos aluviales poco humíferos, entre los que nos encontramos con los suelos aluviales grises, en sus variedades caliza y ácida y los suelos aluviales empardecidos, característicos de aquellos ámbitos influenciados por condiciones climáticas templadas.

B) suelos aluviales humíferos, entre los que destacan los suelos aluviales rendsínicos y los chernosémicos.

(Para más información véase el artículo Rendzina).

Suelos aluviales hidromorfos:

A) suelos hidromorfos con gley y con poco contenido en humus, la presencia de gley es el elemento determinante para la evolución de este tipo de suelos cuyo contenido en humus es verdaderamente escaso.

B) suelos hidromorfos con humus turba o anmoor, son los suelos aluviales que ya han alcanzado unas características turbeiformes tales que el grado de aireación ha ido disminuyendo. Esta disminución de la aireación en el interior del perfil viene originada por una reducción del contenido en oxígeno como consecuencia de la enorme acumulación de materia orgánica que tiende a descomponerse de forma progresiva. Este fenómeno hace también que se reduzca la propia fertilidad de dicho suelo (véase turba y turbera).

La vegetación en estos dominios de llanuras de inundación es muy abundante como consecuencia de las condiciones de abundante materia orgánica y de humedad existentes. Dominan así los chopos, los sauces, los álamos, etc.; conformándose de esta manera la propiamente denominada vegetación de ribera.

 

 

Daisy, Spinning

& (1)[Edafología] Suelo

Acumulación superficial de aspecto aglomerado que resulta de la acción prolongada de la biosfera, atmósfera e hidrosfera sobre la litosfera. La meteorización fisicoquímica y biológica de las rocas favorece la aparición de un manto de alteración (regolito o eluvión), cuya evolución en equilibrio con las condiciones climáticas, biológicas, geomorfológicas y litológicas a lo largo del tiempo, dan como resultado una enorme variedad de suelos.

En la evolución del regolito hasta constituir un suelo incipiente o evolucionado, los fenómenos de carácter biológico y bioquímico llegan a adquirir una gran importancia; resultado de la descomposición de restos vegetales, los productos químicos de su metabolismo y la actividad de microorganismos (bacterias, hongos). Por este motivo, el suelo no se considera estrictamente como una entidad geológica, sino que se encuentra vinculada tanto a la Biología como a la Agronomía; conjunto de aspectos que debe reunir la Edafología, ciencia especializada en su estudio.

En la actualidad el suelo se utiliza con fines agrícolas, ganaderos y como reserva forestal; son muy importantes las modificaciones debidas al uso urbano de éste. Las actividades industriales, urbanas, agrícolas y ganaderas implican la existencia de residuos tóxicos o desechos peligrosos para los suelos y el agua. Los responsables de las explotaciones industriales, ganaderas y agrarias deben asegurar un tratamiento de desechos en los lugares adecuados a fin de degradar en el menor grado posible su valor ecológico y permitir su utilización posterior.

Origen y formación del suelo

La formación del suelo o edafogénesis tiene lugar por medio de una serie de etapas, que comienza con la disgregación de la roca madre, por efecto de los procesos de meteorización mecánica y química que determinan la paulatina destrucción superficial de los afloramientos rocosos hasta obtener un manto de alteración, también conocido con el nombre de regolito.

El regolito presenta partículas minerales con un rango de tamaños muy diverso pero se trata básicamente de un sustrato mineral, un depósito puramente sedimentario que no puede ser considerado como suelo al encontrarse en ausencia de materia orgánica y organismos vivos. La colonización por parte de los microorganismos de este tipo de sustratos (bacterias, algas unicelulares, líquenes) que descomponen la materia mineral, constituyen el primer grupo de seres vivos que sintetizan materia orgánica. El aumento de la materia orgánica en el suelo, permite el desarrollo de una fauna mucho más completa cuyos restos se incorporan al suelo tras degradarse por procesos de putrefacción y fermentación; de tal forma que se puede hablar de suelo incipiente, cuando existe una complementación entre la materia orgánica y mineral.

Un suelo en proceso de formación o formado, puede permanecer sobre el lugar o puede ser transportado y depositado lejos de la roca de la que procede. En el primer caso se habla de suelos autóctonos, formados a partir de la roca in situ; mientras que en el segundo caso se trata de suelos alóctonos o transportados, originados sobre formaciones sedimentarias superficiales como terrazas fluviales o morrenas.

El suelo evoluciona hasta constituir un suelo adulto (al que también se le da la denominación de suelo evolucionado), momento en el cual se encuentra en equilibrio con todos aquellos factores que intervienen en su formación. La velocidad a la que se produce este proceso puede variar considerablemente, desde décadas hasta miles de años, según el tipo de clima reinante.

Factores que intervienen en su formación

Los factores que intervienen en la formación de un suelo y condicionan su posterior desarrollo y evolución, pueden resumirse en: composición de la roca original, que condiciona la futura composición, porosidad y permeabilidad del suelo; el tiempo, que permite evolucionar en mayor o menor cuantía su perfil; la actividad biológica, que aporta una mayor o menor cantidad de materia orgánica en su seno; el relieve, que condicionan la escorrentía de las precipitaciónes y erosión del suelo; y el clima, del cual dependen el conjunto de las precipitaciones y las condiciones meteorológicas.

El clima es el factor edafogenético de mayor relevancia, al determinar casi totalmente la génesis de un suelo. En algunos casos, distintos tipos de roca bajo el mismo clima producen suelos semejantes, sin embargo la misma roca bajo climas diferentes origina tipos de suelos muy contrastados. De hecho un cambio del clima modifica las condiciones de estabilidad de un suelo, el cual tiende a evolucionar hasta alcanzar el nuevo equilibrio fisicoquímico. Un ejemplo de ello lo constituyen las bauxitas (correspondientes a un clima ecuatorial), existentes en el norte de España y el sur de Francia.

El relieve es otro factor de gran importancia en la génesis del suelo, ya que según la inclinación que presente va a determinar enormemente su evolución. En vertientes abruptas la escorrentía superficial se produce con celeridad, lo que disminuye el efecto de infiltración y por ende los procesos de edafogénesis. Mientras que la orientación de las laderas con respecto al sol, origina microclimas (topoclimas) que afectan a la evaporación del agua; de tal forma que en las zonas de umbría (con evaporación más lenta) los suelos llegan a alcanzar un mayor desarrollo, en relación con las zonas de solana. En adición a estos fenómenos, los suelos desarrollados sobre pendientes fuertes se encuentran sometidos a una intensa acción erosiva y a un continuo desplazamiento ladera abajo, lo que les impide alcanzar un desarrollo importante.

En atención a estos factores, puede asegurarse que los suelos corresponden con la evolución del paisaje. En paisajes abruptos (paisajes juveniles en el ciclo de Davis) los suelos resultan poco evolucionados mientras que los correspondientes a paisajes llanos (o seniles, según Davis), tienden a ser más maduros y desarrollar una serie de horizontes, conocidos como horizontes edáficos.

Composición, textura y estructura del suelo

Aunque existe una gran variedad de suelos según su composición, existen cierto grupos de elementos constituyentes comunes a todos ellos. Su distribución en la masa del suelo no resulta homogénea, ya que la infiltración del agua de lluvia origina un "lavado" de la materia orgánica y parte de la materia inorgánica soluble, conocido como lixiviación (véase lavado). El resultado es la acumulación de estos materiales en el seno del suelo, cuya zonalidad evoluciona hasta constituir una cierta estructuración horizontal (los horizontes edáficos) que vienen a caracterizar el perfil de un suelo.

Composición

Los componentes del suelo se encuentran en las tres fases posibles de la materia: una fase sólida, constituida por materia mineral y orgánica; una fase líquida, constituida por la solución del suelo y una fase gaseosa, constituida por la masa de aire existente entre los intersticios de la fracción sólida y los gases en disolución dentro de la fase líquida.

El equilibrio entre estas tres fases fluctúa en función de varios factores, como son: la temperatura, el contenido en agua, la acción microbiana y la acción de los vegetales.

Fase sólida

La fase sólida está representada por minerales inorgánicos y por productos químicos orgánicos. Estos últimos, junto con los minerales arcillosos, originan unos compuestos coloidales llamados complejos organominerales.

La materia orgánica incorporada de forma natural o artificial, la acción meteorizante de factores atmosféricos como el sol, la lluvia, el viento y el hielo, y la vida microbiana dan lugar a progresivas transformaciones que originarán un suelo capaz de sostener la vida vegetal.

Materia mineral del suelo

Constituida por partículas de diversos tamaños, formadas como consecuencia de la erosión de las rocas de la corteza terrestre, que por efecto de los agentes ambientales, van desprendiendo pequeñas partes integrantes. Estos restos pueden permanecer en el lugar de origen, pero generalmente son arrastrados por el aire, el agua o el hielo y acumulados como sedimentos constituyendo el material geológico base del futuro suelo.

Los componentes minerales del suelo son en su mayoría silicatos, tanto residuales, como productos de neoformación resultantes de la descomposición de la roca madre (principalmente minerales de arcilla: caolinita, illita, montmorillonita, etc.); óxidos e hidróxidos de hierro (hematites, limonita, goethita) y de aluminio (gibsita, bohemita); clastos y granos poliminerales resultado de la acción mecánica y química incompleta de la roca originaria; y otros compuestos minerales (calcita, dolomita, yeso, cloruros, nitratos, etc.) cuya presencia, ausencia y abundancia está condicionada por el tipo de suelo y su grado de evolución.

Materia orgánica

Son los constituyentes sólidos de naturaleza orgánica, que incluyen el conjunto de seres vivos existentes en el suelo, así como sus restos en un estado de descomposición variable.

La materia orgánica muerta constituye el mantillo o humus que interviene principalmente en los horizontes superficiales. El humus abarca un conjunto de sustancias de origen muy diverso, que desarrollan un papel de importancia capital en la fertilidad, conservación y presencia de vida en los suelos.

La descomposición del humus en mayor o menor grado, produce una serie de productos coloidales que en unión con los minerales arcillosos, originan los complejos organominerales, cuya aglutinación determina la textura y estructura de un suelo. El conjunto de coloides existentes en un suelo presentan además carga negativa, hecho que les permite absorber cationes H+ y cationes metálicos (Ca2+, Mg2+, K+, Na+) e intercambiarlos en todo momento de forma reversible; debido a este hecho, los coloides también reciben el nombre de complejo absorbente. Las raíces de las plantas consiguen cationes metálicos del subsuelo, al intercambiarlos por H+ con los coloides del complejo absorbente; los cuales a su vez, intercambian los H+ por nuevos cationes metálicos disueltos en el agua que se infiltra en el subsuelo.

Los diferentes tipos de humus que puede presentar un suelo, se encuentran mediatizados principalmente por la intensidad de la actividad biológica y el medio climático donde se desarrolla. Estos son:

- Mull: humus muy elaborado, blando y con un pH entre 5.5. y 7.5, que se forma cuando existe una gran actividad biológica y se incorpora fácilmente en el suelo, en forma de complejos organominerales que originan una estructura grumosa (véase mull).

- Mor: humus poco elaborado de carácter ácido (pH entre 3.5 y 4.5), originado en zonas climáticas desfavorables, de vegetación acidificante, o sustrato rocoso ácido (ejemplo: granitos, cuarcitas, etc.); donde la descomposición de la materia orgánica resulta incompleta, consecuencia de la baja actividad biológica desarrollada. La producción de complejos organominerales es mucho más baja, lo que condiciona la estructura granular del suelo (véase mor).

- Moder: humus con características intermedias respecto a los anteriores (véase moder).

Un caso particular lo constituyen los suelos cubiertos permanentemente por agua (suelos hidromorfos, o gley), donde la extremada lentitud de los procesos de descomposición, permiten la acumulación de importantes espesores de materia orgánica que constituyen las turberas.

Fase líquida del suelo

Formada por la solución acuosa muy diluida que contiene los iones (sodio, potasio, calcio, cloro, nitrato, sulfato, etc.) de los distintos compuestos químicos que forman parte del suelo y se encuentran en contacto con ella. Es el principal medio que tiene la planta para su nutrición y sirve para transportar los elementos nutritivos desde las capas superiores hasta ponerlos en contacto con sus raíces.

La fase líquida del suelo puede presentarse de diversas formas:

- Agua gravífica (o agua de gravedad): ocupa las oquedades existentes entre las partículas del suelo, y se desplaza por gravedad hasta alcanzar el nivel freático, a partir del cual el suelo se encuentra saturado. Paralelamente al grado de saturación, se favorecen las condiciones anóxicas de falta de oxígeno, poco favorables para la vida en el suelo.

- Agua de capilaridad: agua contenida en poros e intersticios cuyo reducido diámetro permite su ascenso por encima del nivel freático; así como en las finas películas que cubren las superficies de los granos, donde las moléculas de agua se unen fuertemente como resultado de la tensión capilar.

- Agua de inhibición y absorción: agua que se fija a los complejos organominerales (o húmico-arcillosos), constituidos por arcillas y compuestos húmicos.

- Agua de combinación: agua que entre dentro de la composición de los compuestos inorgánicos.

- Agua en estado vapor: pequeña fracción del agua existente en el seno de un suelo, que puede encontrarse en la zona vadosa, donde la porosidad no está saturada por el agua gravífica.

De las distintas formas de agua disponibles en el suelo, las plantas únicamente pueden emplear el agua gravífica y parte del agua de capilaridad e inhibición. Una vez agotada el agua gravífica, las plantas absorben parte del agua de capilaridad e inhibición, hasta que las fuerzas de retención ejercidas por las partículas del suelo superan la fuerza de succión de sus raíces. Tras superar este umbral característico de cada tipo de suelo, conocido como punto de marchitación o marchitez permanente, las plantas se secan.

Fase gaseosa

Fase constituida por el aire contenido entre las partículas del suelo y el disuelto en la fase líquida, y por los gases que se desprenden como consecuencia de la respiración por las raíces de los vegetales y los producidos por la flora y fauna microbiana como consecuencia de su metabolismo.

La fase gaseosa tiene como componentes principales los gases atmosféricos, de los que se diferencia por su mayor contenido en anhídrido carbónico, y menor proporción en otros gases. Para que los niveles de anhídrido carbónico y otros gases se mantengan en concentraciones no tóxicas se requiere el continuo intercambio con la atmósfera.

Textura

Es la dimensión que presentan los elementos constituyentes de un suelo, distinguiendo entre materiales finos, medios y gruesos.

La fracción gruesa está constituida por fragmentos de roca madre aún sin meteorizar, principalmente arenas y excepcionalmente gravas, guijarros y residuos orgánicos aún sin descomponer. La fracción media se compone de materiales limosos y arcillosos, originados en los procesos de meteorización, o bien por la acumulación de minerales de neoformación. Y a la fracción fina corresponden los coloides minerales y húmicos, constituidos por partículas inferiores a los 2 m.

La textura determina la capacidad de retención del agua y sus propiedades en cuanto a la permeabilidad de un suelo. De forma generalizada los suelos arcillosos pueden retener más agua y poseen una permeabilidad limitada, mientras que los arenosos tienen una alta permeabilidad y una escasa capacidad de retención.

Estructura

En un suelo los constituyentes sólidos son aglutinados por los coloides, que originan agregados de disposición variada. El aspecto que al suelo le confiere la forma, tamaño y distribución espacial de dichos agregados se denomina estructura.

En caso que los coloides permanezcan dispersos en el suelo, la estructura que este presenta se denomina particulada: móvil si presenta partículas gruesas, o masiva si está compuesto de partículas finas. Por el contrario, si los coloides se disponen en agregados la aglutinación de partículas minerales puede presentar diversas estructuras: en copos, en grumos, laminares, en bloques, poliédricas, prismas, etc.

La textura u estructura de un suelo determina su porosidad, de tal forma que en suelos de estructura particulada se encuentran poco oxigenados, y si son compactos pueden incluso a desarrollar condiciones reductoras; mientras que en suelos donde existen agregados de partículas, la porosidad es mucho mayor.

Por otro lado, los componentes del suelo no se distribuyen de forma uniforme; la infiltración del agua en el suelo origina su desplazamiento selectivo hacia niveles inferiores (proceso de eluviación o lixiviación), donde precipitan mediante el proceso de iluviación. El lavado o lixiviado del agua infiltracional determina la formación de horizontes edáficos con diferente composición. La nomenclatura empleada para designar los horizontes o subhorizontes edáficos varía según los criterios de cada autor; no obstante, los términos más comunes empleados para definir el perfil ideal de un suelo maduro, ordenados verticalmente desde su superficie hasta alcanzar la roca madre, son:

Horizonte A: es el horizonte edáfico más superficial, normalmente de tonalidades oscuras, colonizado por la vegetación, que se caracteriza por la presencia de materia orgánica en descomposición y el empobrecimiento en cationes que puedan combinarse con la materia orgánica, resultado del proceso de lixiviación. Dentro del horizonte A y ordenados de menor a mayor profundidad, pueden diferenciarse los siguientes subhorizontes:

- A00, lecho de materiales vegetales identificables.

- A0, subhorizonte orgánico constituido casi en exclusiva por restos vegetales parcialmente descompuestos.

- A1, subhorizonte oscuro constituido principalmente por una mezcla de materia orgánica y materia mineral.

- A2, subhorizonte de tonalidades claras, pobre en materia orgánica y normalmente en hierro y arcillas resultado de la lixiviación.

- A3 (o A/B), subhorizonte de transición entre los horizontes A y B.

Horizonte B: es el horizonte edáfico que presenta un mayor grado de alteración, caracterizado por desarrollar la mayor parte de los procesos de iluviación. Existe una mayor presencia de fragmentos de la roca madre, carece prácticamente de humus y presenta una coloración más clara y una mayor compacidad que el horizonte A. Es el horizonte de acumulación por antonomasia, ya que en él se produce la precipitación de materiales lavados en el horizonte superior, cuyos depósitos, en ocasiones, pueden llegar a alcanzar importantes acumulaciones, ejemplo: las costras y concreciones calcáreas, o lateríticas (caso de zonas tropicales). Dentro de este horizonte se pueden diferenciarse los siguientes subhorizontes:

- B1, zona de transición entre los horizontes A y B, cuyas características se acercan más a este último.

- B2, subhorizonte de acumulación principal. Si la naturaleza de las acumulaciones es muy concreta, es normal encontrarse con las siguientes designaciones: "Bh" (caso de encontrarse enriquecido en humus), "Bfe" (si se trata de hierro) y "Bt" (cuando son de arcilla).

- B3, subhorizonte de transición entre los horizontes B y C.

Horizonte C: es un horizonte donde la roca madre se encuentra escasamente alterada por la meteorización y en el que aún pueden reconocerse las características petrológicas de la roca original (o roca madre). En ciertos suelos este horizonte pueden presentar un enriquecimiento en carbonato o sulfato cálcico, en estos casos el horizonte suelen designarse con las siglas "Cca".

Horizonte D: correspondiente con la roca madre sin alterar.

(Para más información véase el artículo Horizonte).

Métodos de análisis del suelo

Para obtener un análisis del suelo es necesario la toma de muestras representativas de la zona. Un análisis óptimo de tierras determina la concentración de los siguientes elementos: CO3-2, pH del suelo, materia orgánica, Cl- , SO4-2, Ca-2, fósforo, potasio y bases de cambio (K, Na, Mg). A veces también es conveniente determinar el contenido en N2 y la conductividad eléctrica.

Una vez en el laboratorio se pueden hacer tratamientos físicos, los cuales se utilizan para determinar la granulometría, como son:

- El método internacional, que consiste en separar la materia orgánica, dispersar los materiales arcillosos en un medio fluido y finalmente dejarlos sedimentar para obtener la separación de sus tamaños según la ley de Stokes.

- El de las porosidades aparentes, consistente en calcular la densidad aparente del suelo introduciendo un cilindro hueco en él y compararlo con la densidad real calculada con la ayuda de un picnómetro.

- El cálculo de la permeabilidad de un suelo depende de la porosidad no capilar. La permeabilidad (K) se calcula conociendo la altura de la columna de suelo (C), el volumen de agua que fluye en una hora (V) a su través, la altura de la carga de agua (H) y la sección de la columna de suelo (S); según la fórmula: K= C x V / H x S.

- Existen otros análisis como los microbiológicos, para evaluar la actividad orgánica; los microscópicos, para estudiar las microformas de los horizontes; y los mineralógicos y químicos, para la clasificación del suelo, determinar su fertilidad y el grado de contaminación.

Estudio de los horizontes diagnóstico

Dentro de los horizontes del suelo que se utilizan para su diagnóstico y posterior clasificación se diferencia entre los superficiales y los subsuperficiales; los primeros también reciben la denominación de epidedones y los segundos, endopedones. Un horizonte diagnóstico es, fundamentalmente, un horizonte definido morfométricamente con la mayor precisión posible con la utilización de datos de campo y de laboratorio para su posterior utilización en la clasificación del suelo. Estos horizontes aparecen estudiados y definidos de una manera mucho más completa que como usualmente se hace para la nomenclatura ABC (véase horizonte).

A continuación se mencionarán los horizontes diagnóstico empleando una jerarquización entre los más usuales, los menos frecuentes y los de características antrópicas; así nos encontramos con los siguientes:

Horizontes diagnóstico superficiales

Así se conocen a los horizontes que conforman la parte más superior o superficial del perfil de un suelo; también conocidos con la denominación de epidedones.

Horizontes diagnóstico frecuentes

- Móllico, caracterizado por su riqueza en materia orgánica y por sus tonalidades oscuras o muy oscuras. Suele conseguir un importante espesor y aparecer saturado en bases.

- Ócrico, horizonte de tonalidades muy claras, demasiado delgado y consigue una consistencia dura y maciza cuando se seca.

- Úmbrico, sus caracteres son muy similares a los que posee el horizonte móllico a excepción de su tasa de saturación en bases que no llega a superar el umbral del 50%.

Horizontes diagnóstico menos frecuentes

- Hístico, se trata de un horizonte que sufre las consecuencias propias de hallarse saturado en agua durante largos periodos de tiempo, posee un importante contenido en materia orgánica (hasta casi llegar al 30%) y logra superar los 10 cm de espesor, siempre condicionado por la mala aireación (falta de oxígeno) provocada por el encharcamiento.

- Fólico, viene definido por su intensa acumulación de materia orgánica cuando las condiciones existentes favorecen una buena aireación y puede llegar a alcanzar los 20 cm de espesor.

- Chérnico, se trata de un horizonte negro, enriquecido en materia orgánica, saturado en bases, profundo, estructurado y con una intensa actividad biológica.

- Sálico, surge de una acumulación de sales solubles por lo que se reconoce por el tipo de vegetación que soporta (halofítica).

- Críico, se trata de aquellos horizontes que sufren una situación de congelación permanente.

Horizontes antrópicos o antropedogenéticos

- Térrico, aquél que surge por acumulación de tierra, lodos o material de compostaje (véase compost).

- Antraquítico, se trata de los horizontes sobre los cuales los cultivos aparecen permanentemente encharcados como, por ejemplo, el arroz.

- Hórtico, resultante de la presencia de cultivos profundos y en el que se emplean o utilizan de manera intensiva residuos humanos y animales. Son los típicos de la zona de huerta. Dominan los tonos oscuros.

- Irrágrico, se trata de los horizontes que vienen condicionados por un regadío intenso y prolongado. Las aguas que se infiltran aparecen cargadas de sedimentos. Son de tonalidades muy suaves, muy débiles.

- Plágico, son horizontes orgánicos de textura muy uniforme. Aparecen desaturados en bases y ligeramente ácidos.

Horizontes diagnóstico subsuperficiales

Se trata de los horizontes que se ubican a más profundidad que los conocidos como epidedones; en este caso también reciben la denominación de endopedones.

Horizontes diagnóstico más frecuentes

- Álbico, se trata de un horizonte E en el que la arcilla y los óxidos de hierro libres han sido eliminados de dicho horizonte por procesos de lavado o de reducción y éste presenta unas tonalidades muy claras favorecidas por la presencia de partículas de arena.

- Árgico, horizonte caracterizado por su alto contenido en arcilla, éste es siempre superior al del horizonte que aparece situado encima. La acumulación de arcilla suele provenir de procesos tales como la iluviación y pueden aparecer en superficie, hallándose entre los poros y las fisuras. Su perfil más típico es AEBTC aunque puede llegar a prescindir de E.

- Cámbico, es un horizonte de alteración caracterizado por contener más arcilla que el horizonte subyacente, posee unas tonalidades rojizas y suele conllevar el lavado de sus carbonatos. Tiene como mínimo 15 cm de espesor y su base se ubica aproximadamente a 25 de profundidad.

- Espódico, horizonte enriquecido en materiales iluviales, mayoritariamente por materia orgánica, hierro y aluminio. Es un horizonte exclusivo de los podsoles.

- Cálcico, horizonte formado a partir de la acumulación de carbonato cálcico. Ésta suele generarse en el horizonte C y su presencia resalta en el campo por la existencia de tonalidades blanquecinas.

- Petrocálcico, similar al anterior pero ya endurecido.

- Gypsico, horizonte de acumulación de yeso. Cuando se habla de petrogypsico se trata de horizontes cementados en yeso.

- Vértico, horizonte arcilloso que presenta multitud de grietas y/o cuñas favorecidas por las características expansibles de las arcillas.

Horizontes diagnóstico menos frecuentes

- Dúrico, horizonte con concreciones cementadas por la sílice presente.

- Ferrálico, se trata de horizontes de máxima alteración y son exclusivos de los climas tropicales y subtropicales. En nuestro país no tienen representación alguna.

- Férrico, caracterizado por la intensa segregación de Fe.

- Frágico, horizonte no cementado. Sus agregados en situaciones secas son muy duros y firmes en situaciones de humedad importante.

- Hidrágrico, se trata del único horizonte antrópico subsuperficial. Resultante del cultivo sobre suelos encharcados.

- Nátrico, es similar al argílico salvo por el hecho de que las arcillas aparecen saturadas en Na.

- Nítico, otro tipo de horizonte arcilloso cuyos agregados cuentan con una consistencia muy débil por lo que son fácilmente destruidos. Las tonalidades son intensamente rojizas.

- Petrodúrico, es el también conocido como duripán; se caracteriza por sus colores rojizos y por aparecer cementado por la sílice presente.

- Petroplíntico, es el horizonte plíntico endurecido por Fe; extremadamente condicionado a los climas tropicales

- Plíntico, en el que destaca la mezcolanza entre hierro y arcilla y que presenta escasez en materia orgánica. Es un horizonte típico de los climas tropicales.

- Sulfúrico, resultante de la oxidación de los materiales minerales orgánicos que presentan una importante riqueza en sulfuros. Su pH siempre es inferior a 3.5 y suele presentar coloraciones y manchas de jarosita.

En cuanto a nuestro país los horizontes diagnóstico más frecuentes son el ócrico, el cámbico, el cálcico y el árgico o argílico. Luego se encuentran, aunque con menor frecuencia, el móllico, el úmbrico, el álbico y el gypsico, entre otros. El resto, si aparecen, es siempre de manera ocasional.

Estudio de las propiedades diagnóstico

En este caso se trata de otros caracteres que diferencian unos suelos de otros, son elementos esenciales para la realización de una buena y precisa clasificación. Se emplean para realizar una clasificación de menor rango y entre ellas destacan las siguientes:

- Cambio textural brusco, cuando aparece un aumento importante de arcilla en el límite entre dos horizontes.

- Presencia de carbonatos secundarios, presencia de CaCO3 en el suelo favorecida por las precipitaciones efectuadas a partir de la solución del suelo.

- Lenguas albilúvicas, se trata de penetraciones de importante tamaño de material E álbico hacia el horizonte B.

- Permafrost, existencia de una capa permanente de hielo por lo que viene a caracterizar aquellos dominios con temperaturas constantemente bajo cero.

- Propiedades álicas, son las que definen la presencia de materiales muy ácidos.

- Propiedades arídicas, rasgos propios de las condiciones áridas en donde se presentan aportes de origen eólico o aluvial.

- Propiedades estágnicas, se trata de aquellas áreas en donde se genera una reducción de la superficie terrestre como consecuencia de la acción directa de las aguas que corren en superficie.

- Propiedades ferrálicas, son las que definen a los suelos muy alterados con una capacidad de cambio excesivamente baja.

- Propiedades húmicas, definen los suelos muy cargados de materia orgánica.

- Propiedades gleycas, son las presentes en los dominios saturados en agua durante gran parte del año. Contienen unas coloraciones oscuras, muy variables, condicionadas por los procesos de reducción de hierro. La hidromorfía es realmente intensa.

Clasificación de los suelos

Se han realizado diversas clasificaciones de suelos a lo largo de las historia. Las más antiguas se realizaron en base a factores climáticos e introdujeron los términos de suelos zonales (condicionados por el medio bioclimático), suelos azonales (con independencia climática), y suelos intrazonales (condicionados únicamente por un aspecto, ya sea litológico o estacional). No obstante las clasificaciones actuales se basan en los aspectos genéticos y evolutivos que presenta un suelo, razón por la cual atienden todos los caracteres (físicos, químicos, biológicos y morfológicos) de los perfiles edafológicos que derivan de ellos.

Así pues las modernas clasificaciones suelen emplear nuevos e importantes criterios para establecer dichas clasificaciones de suelos; se observan entonces el grado de desarrollo que ha logrado el perfil, el grado de alteración climática existente, los movimientos de materia que se generan entre los diversos horizontes, el edafoclima presente, el factor tiempo empleado como factor ecológico y, finalmente, la acción de la materia orgánica.

Clasificación de la FAO

La FAO elaboró en la década de los 70 una clasificación de todos los suelos con el objetivo de presentar una cartografía edáfica mundial. Después de realizar numerosas investigaciones y aproximaciones nació la primera versión entre 1973 y 1974. Para la realización de ésta se tuvieron en cuenta toda una serie de horizontes diagnóstico fundamentales que se analizaron en profundidad para llegar a determinar con exactitud cualquier tipo de suelo existente. Fue diseñada principalmente para ser empleada como instrumento de trabajo por todos los edafólogos del planeta y se incluyó como leyenda de un Mapa Mundial de Suelos de escala muy pequeña (1:5.000.000) con el fin de realizar una primera aproximación y valoración del recurso edáfico en el mundo. De este modo determinaron un total de 26 unidades principales subdivididas todas ellas en unidades secundarias (éstas varían entre 2 y 9) presentando un orden lógico, es decir, aparecen según su grado de alteración y evolución creciente. Las primeras unidades correspondían a los suelos poco evolucionados y las últimas hacían referencia a los suelos más evolucionados y más alterados (siempre centrados sobre un clima de características cálidas). Hacia 1988 se realizó la primera revisión que amplió el número de unidades principales hasta los 28 y el de subunidades hasta 143.

Finalmente, en 1998, se volvió a replantear esta clasificación por la FAO/UNESCO aunque se continuó con el esquema básico que constituía la antigua Leyenda del Mapa Mundial de Suelos. Así se pasó en última instancia a la aparición de 31 tipos de suelos principales que son los siguientes:

Acrisoles (AC)

Suelos ferruginosos ya lavados y ácidos (correspondencia con los Ultisoles de la clasificación americana). La tasa de saturación siempre es inferior al 50%, su horizonte B viene cargado de arcillas y una baja capacidad de cambio. Se localizan principalmente bajo condiciones climáticas cálidas, están intensamente alterados y se caracterizan, como ya se ha mencionado anteriormente, por la presencia de un importante horizonte argílico, también denominado árgico. Su diferenciación textural es consecuencia a la acumulación de arcillas iluviales. Estas partículas arcillosas se pueden encontrar en superficie, entre los poros o fisuras. Posee un perfil muy diferenciado, típicamente A-Bt-C. Suele carecer del horizonte E. Incluye los siguientes subtipos:

A) Acrisoles plínticos, aquellos en cuyos primeros 100 cm de espesor hay una importante mezcla de hierro y arcilla. Se suele endurecer al desecarse.

B) Acrisoles gléicos, los que aparecen definidos por sus propiedades gléicas al aparecer durante largos periodos de tiempo cubiertos por una lámina de agua que reduce de manera importante el oxígeno.

C) Acrisoles húmicos, aquéllos que contienen un contenido importante en materia orgánica.

D) Acrisoles férricos, los que aparecen muy alterados y con materiales semejantes a los presentes en el horizonte ferrálico.

Albeluvisoles (AB)

Otros suelos que contiene un horizonte árgico o argílico en sus primeros 100 cm de desarrollo u espesor. Su límite superior es irregular como consecuencia de la presencia de lenguas albelúvicas (penetraciones importantes de material E álbico (lavado en arcilla y Fe) hacia Bt) dentro de dicho horizonte.

Alisoles (AL)

Sus características son muy similares a las que poseen los acrisoles y los lixisoles pero en este caso la capacidad de cambio es bastante mayor. También aparece el horizonte árgico y la presencia de las propiedades álicas se desarrollan entre los primeros 25 y 100 cm del suelo. En este caso se encuentra la siguiente subclasificación:

A) Alisoles plínticos, aquéllos que contienen cierta cantidad de plintita (mezcolanza de hierro y arcilla, de caolinita y cuarzo) dentro de los primeros 125 cm de espesor del suelo, medidos siempre a partir de la superficie. También se caracterizan por su escasez en materia orgánica y por ubicarse siempre bajo condiciones climáticas tropicales.

B) Alisoles gléicos, caracterizados por sus propiedades gléicas.

C) Alisoles estágnicos, caracterizados por sus propiedades estágnicas (reducción superficial por aguas corrientes)

D) Alisoles húmicos, son aquéllos fuertemente húmicos normalmente con un horizonte A úmbrico.

E) Alisoles férricos, son los que aparecen muy alterados y que aparecen definidos con una capacidad de cambio de cationes relativamente baja.

Andosoles (AN)

Caracteriza suelos de propiedades ándicas o vítricas que se desarrollan sobre cenizas de origen volcánico. Fueron descritos por primera vez por Dudal y Soepraptohardjo en 1960 y los consideraron característicos de los afloramientos de cenizas volcánicas. La materia orgánica desempeña un papel fundamental en el desarrollo de la edafogénesis y aparecen abundantes alófanos. Su perfil es muy similar al de lo suelos denominados ranker, del tipo A-C, aunque suelen presentar un horizonte B muy delgado y poco diferenciado. Incluye la siguiente subdivisión interna:

A) Andosoles gélicos, aquéllos que presentan permafrost a una profundidad cercana a los 200 cm desde la superficie del suelo.

B) Andosoles gléicos, aquéllos caracterizados por sus propiedades gléicas.

C) Andosoles vítricos, aquéllos que no poseen una textura fina limosa ni características untuosas.

D) Andosoles móllicos, los que aparecen caracterizados por la presencia de un horizonte A móllico.

E) Andosoles úmbricos, caracterizados por la aparición de un horizonte úmbrico.

Anthrosoles (AT)

Suelos que aparecen profundamente modificados por la acción del hombre, ya sea por laboreo, por uso de fertilizantes o por las acciones de riego muy prolongadas. Su horizonte más superficial recibe la denominación de antrópico. Suele presentar unas tonalidades muy oscuras (negro o pardo oscuras) y son muy humíferos, además de particularmente ricos en fósforo. Incluyen los siguientes subtipos:

A) Anthrosoles áridos, aquéllos cuyos horizontes diagnóstico muestran restos de cultivos de características profundas e intensas,

B) Anthrosoles fímicos, los que presentan un horizonte fímico.

C) Anthrosoles cumúlicos, aquéllos que presentan una acumulación de sedimentos finos que puede llegar a superar los 50 cm de espesor.

D) Anthrosoles úrbicos, los que se caracterizan por presentar una acumulación de residuos procedentes de minas o del desarrollo urbano.

Arenosoles (AR)

Suelos caracterizados por su textura arenosa franca o gruesa y por su profundidad. En cuanto a su volumen, alcanza casi el 35% los fragmentos de rocas gruesos dentro de los primeros 100 cm desde la superficie del suelo. Los horizontes diagnóstico principales son el ócrico, el yérmico o el álbico por debajo de los primeros 50 cm o el árgico o spódico desde los 200. Incluye la siguiente subdivisión:

A) Arenosoles gléicos, aquéllos que vienen caracterizadas por sus propiedades gléicas (saturados en agua, hidromorfía intensa).

B) Arenosoles álbicos, aquéllos con presencia de un horizonte E álbico y cuyo espesor suele superar los 50 cm dentro de los 125 primeros desde la superficie.

C) Arenosoles calcáreos, aquéllos caracterizados por la presencia de un horizonte calcáreo.

D) Arenosoles lúvicos, son los que vienen caracterizados por el aumento y acumulación de arcillla.

E) Arenosoles ferrálicos, aquéllos con propiedades ferrálicas (suelos con una alteración muy intensa y con una capacidad de cambio de cationes muy leve)

F) Arenosoles cámbicos, son los que presentan una tonalidad o coloración característica de la aparición de un horizonte B cámbico.

Calcisoles (CL)

Suelos definidos por la presencia de un importante horizonte Ca cálcico o petrocálcico. Dicho horizonte se forma por una acumulación secundaria de carbonato cálcico; se puede encontrar en A, B o C aunque cuando dicha acumulación de Ca se produce sobre A siempre es debido a la acción incisiva de la erosión. Aquí se hallan las siguientes subclases:

A) Calcisoles pétricos, suelos con un horizonte de características petrocálcicas que es un horizonte similar al cálcico pero endurecido.

B) Calcisoles lúvicos, calcisoles con un horizonte B árgico.

Cambisoles (CM)

Corresponde a los suelos pardos bajo condiciones climáticas templadas o tropicales. Destaca por la presencia de un horizonte cámbico (horizonte de alteración con un importante % de arcillas, unas tonalidades más bien rojizas, con el lavado de los carbonatos presentes y aproximadamente alcanza unos 15 cm de espesor) y también denomina a los conocidos como suelos pardos. Incluye los siguientes subtipos:

A) Cambisoles gélicos, aquéllos en donde existe permafrost.

B) Cambisoles gléicos, los que contienen ciertas propiedades derivadas de la presencia de una cubierta permanente de agua lo que condiciona, entre otras cosas, la escasez de oxígeno.

C) Cambisoles vérticos, los que presentan un horizonte vértico muy enriquecido en arcillas expansibles.

D) Cambisoles húmicos, los que aparecen enriquecidos en materia orgánica; usualmente con un horizonte A úmbrico o móllico.

E) Cambisoles calcáricos, los que vienen definidos por la acumulación de carbonato cálcico.

F) Cambisoles ferrálicos, los que aparecen con una importante segregación de Fe y con un horizonte B cámbico.

G) Cambisoles dístricos, otros cambisoles con un grado de saturación inferior al 50% al menos en su horizonte B.

H) Cambisoles crómicos, aquéllos cuyo horizonte B varía entre la tonalidad parda y la rojiza.

Chernosems (HH)

Suelos con un horizonte móllico y con concentraciones de carbonatos de características secundarias que comienzan desde los 50 cm del límite inferior del Ah y a la vez dentro de los primeros 200 cm desde la superficie del suelo. No poseen ni horizonte petrocálcico, ni yeso ni gramos de limo o arena sobre los agregados de características estructurales (véase chernozem). Incluye los siguientes subgrupos:

A) Chernosems gléicos, aquéllos con propiedades gléicas y con un horizonte B de características árgicas o argílicas, todo ellos antes de llegar a un espesor de 100 cm.

B) Chernosems lúvicos, aquéllos con un horizonte B árgico y que pueden presentar otro de características cálcicas debajo de éste.

C) Chernosems glósicos, son los que muestran lenguas o penetraciones del horizonte A dentro del B cámbico o del C.

D) Chernosems cálcicos, aquéllos que vienen determinados por la presencia de un horizonte de características cálcicas.

Criosoles

Suelos característicos de los dominios de tundra. Aparecen cubiertos por un horizonte a determinada profundidad que viene caracterizado por estar permanentemente congelado (véase permafrost y humus) y cubiertos por vegetación de líquenes y algún que otro árbol enano. Se diferencia entre un criosol bruto y un criosol humífero. Los primeros no poseen humus lo que les hace presentar una morfología pedregosa y una distribución poligonal de las piedras, hecho característico de los dominios periglaciares en donde domina el proceso del hielo-deshielo. Los segundos, sin embargo, denotan allí donde puede asentarse la vegetación y por ello conllevan cierto grado de evolución, aunque su alteración sea realmente muy limitada.

Durisoles (DU)

Todos aquello suelos que poseen un horizonte dúrico o petrodúrico dentro de los 100 cm primeros desde la superficie del suelo.

Ferralsoles (FR)

Suelos ferralíticos caracterizados por un horizonte B férrico. Éste es un horizonte en donde se muestra una intensa segregación de Fe. Se desarrollan sobre todo bajo la influencia de los dominios climáticos tropicales donde la presencia de unas abundantes precipitaciones favorece la aparición de ese horizonte de acumulación de hierro (véase ferralitización). Se trata de suelos muy desarrollados y antiguos, cuyo perfil ha logrado alcanzar un importante espesor.

Fluvisoles (FL)

Correspondientes a los suelos aluviales o coluviales. Dominio del material de suelo fúlvico desde cerca de los 25 cm desde la superficie del suelo y hasta llegar a superar los 50. Se trata de suelos muy poco desarrollados y superficiales. Sus características son muy variables puesto que reflejan tanto las condiciones geológicas y geomorfológicas de las regiones atravesadas como las del aluvionamiento. De todos modos aparecen muy influenciadas por el régimen hídrico existente y cuenta con diversas características comunes a todos ellos: la presencia de una capa freática permanente y constante aunque con fuertes oscilaciones, la humificación, proceso generalmente beneficiado por la presencia de una importante humedad en el suelo y, finalmente, su empardecimiento. Ahora mencionaremos los principales subtipos:

A) Fluvisoles tiónicos, caracterizados por la presencia de un horizonte de composición sulfurosa dentro de los primeros 125 cm de suelo.

B) Fluvisoles móllicos, aquéllos influenciados por la presencia de un horizonte A móllico.

C) Fluvisoles calcáricos, aquéllos cuya acumulación en calcio es la predominante hasta los primeros 50 cm de suelo.

D) Fluvisoles úmbricos, aquéllos dominados por la aparición de un horizonte A úmbrico.

E) Fluvisoles dístricos, aquéllos cuya tasa de saturación en bases no alcanza el 50%.

F) Fluvisoles sálicos, aquéllos con propiedades sálicas.

Gleysoles (GL)

Correspondientes a los suelos hidromorfos. Las propiedades gléycas se extienden hasta los 50 cm desde la superficie del suelo. Se caracterizan por la presencia de importantes procesos de reducción o segregación de hierro, de una saturación en agua que implica una falta sistemática de oxígeno. Se instalan sobre cualquier tipo de condiciones climáticas. Se caracterizan entonces por la presencia de un régimen hídrico particular lo que hace diferenciar entre suelos hidromorfos propiamente dichos y los emparentados. Los primeros conllevan una lámina de agua continua de características reductoras (véase gley y turbera) y los segundos muestran formas de transición hacia otras clases de suelos; se trata de una hidromorfía de características secundarias y que aparece favorecida por la presencia de arcillas expansibles. Incluye las siguientes subclases:

A) Gleysoles gélicos, caracterizados por la presencia de permafrost.

B) Gleysoles tiónicos, aquéllos caracterizados por la existencia de un horizonte sulfúrico.

C) Gleysoles ándicos, aquéllos con propiedades ándicas.

D) Gleysoles móllicos, aquéllos que presentan un horizonte A móllico.

E) Gleysoles úmbricos, aquéllos que se caracterizan por presentar un horizonte A de características úmbricas.

F) Gleysoles cálcicos, aquéllos con un horizonte cálcico dentro de los primeros 125 cm de suelos.

G) Gleysoles dístricos, aquéllos que soportan una tasa de saturación en bases que no supera el 50%.

Gypsisoles (GY)

Suelos que aparecen caracterizados por la presencia de un horizonte gýpsico o petrogýpsico (también conocidos con el nombre de yésico o petroyésico; se trata de horizontes de acumulación enriquecidos en yeso. El prefijo petro- implica que existe una cementación y la ausencia de otros horizontes a excepción del cámbico, ócrico, argílico o cálcico. Dentro de esta tipología se encuentran los siguientes subtipos:

A) Gypsisoles pétricos, suelos con un horizonte petrogypsico, es decir, con yeso ya cementado dentro de una profundidad máxima de 100 cm desde la superficie del suelo.

B) Gypsisoles cálcicos, son aquéllos que presentan un horizonte de características cálcicas favorecido por la presencia de una acumulación secundaria de carbonato cálcico. Dicha acumulación se puede generar hasta en el horizonte C; si se presenta en el A es siempre consecuencia de la labor erosiva y adquiere diversas morfologías (nódulos duros o blandos, revestimientos, etc). Su presencia condiciona la aparición de tonalidades blanquecinas.

C) Gypsisoles lúvicos, los caracterizados por la aparición de un horizonte B árgico por acumulación de arcillas.

Histosoles (HS)

Suelos orgánicos y turbosos (véase turba). Se caracterizan por presentar un horizonte A fólico o hístico. Este último no es un horizonte muy frecuente, aparece saturado en agua durante largos periodos de tiempo, con un importante aporte de materia orgánica y siempre suele superar los 10 cm de espesor. Se consideran como hidromorfos en su totalidad. Incluyen toda una serie de subclases:

A) Histosoles gélicos, aquéllos en donde el permafrost se encuentra a una profundidad cercana a los 200 cm desde la superficie del suelo.

B) Histosoles tiónicos, caracterizados por la presencia de un horizonte sulfúrico a una profundidad que supera ligeramente los 100 cm.

C) Histosoles fólicos, subtipos de suelos que aparecen muy bien drenados y cuya saturación en agua nunca se extiende más allá de un par de días.

D) Histosoles fíbricos, aquéllos con gran contenido en materiales orgánicos poco descompuestos y cuyo contenido en fibra es el más abundante, al menos, hasta los primeros 35 cm desde la superficie del suelo. el drenaje es bastante pobre.

E) finalmente, reciben la denominación de térricos aquellos histosoles cuya materia orgánica aparece ya intensamente descompuesta y que presentan unas tonalidades muy oscuras hasta una profundidad de 35 cm aproximadamente. El drenaje aquí también es muy pobre.

Kastanosems (KS)

Corresponde a los suelos castaños de estepa. Éstos presentan cierta descarbonatación y en superficie contienen menos riqueza en materia orgánica, lo que condiciona sus tonalidades más claras. Domina el horizonte mólico y la concentración de carbonatos secundarios dentro de los 100 primeros centímetros desde la superficie del suelo. Presentan las subdivisiones siguientes:

A) Kastanosems gypsico, aquéllos con un horizonte gypsico dentro de los 100 primeros centímetros de espesor.

B) Kastanosems lúvicos, son los que presentan un horizonte B de características árgicas.

C) Kastanosems cálcicos, en donde domina la presencia de un horizonte cálcico.

Leptosoles (LP)

Suelen aparecer limitados en profundidad por rocas duras a partir de los 25 cm desde la superficie del suelo. Su contenido en material fino es realmente escaso y sólo poseen como horizontes diagnóstico mólico, ócrico, úmbrico, yérmico o vértico. Incluyen los siguientes subtipos:

A) Leptosoles líticos, los que aparecen limitados en profundidad por rocas duras continuas o por la presencia de una capa ya cementada.

B) Leptosoles gélicos, los que presentan el permafrost a una profundidad que no supera los 200 cm desde la superficie.

C) Leptosoles úmbricos, aquéllos caracterizados por la presencia de un horizonte A úmbrico.

D) Leptosoles móllicos, aquéllos caracterizados por la presencia de un horizonte A móllico.

E) Leptosoles dístricos, aquéllos con un horizonte A de características ócricas y con una tasa de saturación en bases superior al 50%.

F) Leptosoles eútricos, similares a los anteriores salvo en el hecho de que su tasa de saturación en bases no supera el umbral del 50%.

Lixisoles (LX)

Suelos caracterizados por la presencia de un horizonte árgico u argílico. Aqui aparece la siguiente subdivisión:

A) Lixisoles plínticos, los que presentan plintita (tipo de mica de tonalidades rojizas como consecuencia de la presencia de óxidos de hierro) dentro de sus primeros 125 cm de espesor.

B) Lixisoles gléicos, los que presentan propiedades derivadas de aparecer cubiertos por una lámina de agua de características permanentes.

C) Lixisoles estágnicos, los que presentan cierta reducción superficial como consecuencia del arrastre y lavado ejercido por las aguas meteóricas o de las procedentes de la fusión de las nieves.

D) Lixisoles álbicos, aquéllos que aparecen con un horizonte E álbico por la eliminación completa de la arcilla y de los óxidos de hierro presentes.

E) Lixisoles férricos, aquéllos definidos por la intensa segregación de Fe.

Luvisoles (LV)

Pertenecen a esta unidad todos aquellos suelos lavados templados y/o fersialíticos. El lavado es el proceso principal que condiciona la presencia de estos suelos por lo que el clima también se muestra como elemento determinante. También aparece el horizonte argílico en este tipo de suelos aunque en este caso la capacidad de intercambio catiónico es bastante superior al presente en otros tipos de suelos. Incluye todos los siguientes subtipos:

A) Luvisoles gléicos, son los suelos con propiedades gléicas derivados de su grado de saturación en agua durante algún periodo de tiempo.

B) Luvisoles estágnicos, aquéllos que presentan una reducción superficial como consecuencia del lavado horizontal y oblicuo que sufren por las aguas corrientes que circulan en superficie.

C) Luvisoles álbicos, los que presentan un horizonte E álbico (la arcilla y los óxidos de hierro han sido eliminados por completo y el horizonte muestra las tonalidades derivadas de la presencia de las partículas primarias como la arena y el limo).

D) Luvisoles vérticos, son los que vienen definidos por el horizonte vértico (muy arcilloso y con la presencia abundante de cuñas y grietas derivadas de los fenómenos de hinchamiento y contracción que sufren dichas arcillas).

E) Luvisoles cálcicos, luvisoles con una gran acumulación de carbonato cálcico de características secundarias.

F) Luvisoles férricos, son los que muestran propiedades férricas derivadas de la intensa segregación de Fe.

G) Luvisoles crómicos, aquellos luvisoles que presentan un horizonte B cuyas tonalidades varían entre el pardo oscuro y el rojizo.

Nitisoles (NT)

Corresponde con los suelos tropicales de características ferralíticas. El horizonte nítico suele presentarse a partir de los 100 cm desde la superficie del suelo. Los límites entre el horizonte superficial y el subyacente suelen ser difusos. Inexistencia de los horizontes férrico, plíntico o vértico dentro de los mencionados 100 cm. Presenta la siguiente subdivisión:

A) Nitisoles húmicos, suelos fuertemente húmicos en donde el horizonte A suele ser úmbrico o, en otros casos, móllico; ambos muy ricos en materia orgánica, en color, estructura y espesor.

B) Nitisoles ródicos, son aquéllos con un horizonte B árgico de tonalidades rojizas.

Phaeosems (PH)

Corresponde a brunisems y chernosems lavados. Condicionamientos derivados de la presencia del horizonte móllico y de una saturación en bases cercana al 50%. La matriz del suelo aparece libre de calcio hasta cerca de sus primeros 100 cm. Incluye los siguientes subtipos:

A) Phaeozems gléicos, son todos aquéllos que vienen caracterizados por sus propiedades gléicas derivadas de su saturación en agua la mayor parte del tiempo. Sus tonalidades varíen entre el gris, el verde o el azul típico de los procesos de reducción de hierro.

B) Phaeoxems estágnicos, aquéllos con propiedades estágnicas como consecuencia de la reducción de las aguas superficiales procedentes de la meteorización.

C) Phaezems lúvicos, son los que vienen caracterizados por la presencia de un horizonte B árgico o argílico, es decir, un horizonte subsuperficial con un contenido en arcillas superior al del ubicado inmediatamente encima.

D) Phaeozems calcáricos, los que aparecen con un horizonte calcáreo.

Planosoles (PL)

Suelos con horizontes eluviales y cuyo límite inferior aparecía limitado por un cambio brusco de textura. Incluye los siguiente subtipos:

A) Planosoles gélicos, son los que vienen caracterizados por la presencia de permafrost antes de llegar a una profundidad de 200 cm desde la superficie del suelo.

B) Planosoles móllicos, aquellos planosoles con un horizonte A de características móllicas.

C) Planosoles úmbricos, son los que presentan un horizonte A de características úmbricas.

D) Planosoles dístricos, aquéllos cuya tasa de saturación en bases es inferior al 50%.

Plintosoles (PL)

Suelos dominados por un horizonte plíntico o petroplíntico y característicos de los climas tropicales.

Podsoles (PZ)

Caracteriza a aquellos suelos caracterizados por la presencia de un horizonte spódico dentro de los primeros 200 cm desde la superficie del suelo. Subyace un horizonte hístico o álbico de escaso espesor (menos de 50 cm). Incluye los siguientes subgrupos:

A) Podsoles gélicos, aquéllos que presentan permafrost.

B) Podsoles gléicos, son los que aparecen condicionados por sus propiedades gléicas.

C) Podsoles carbónicos, aquéllos que presentan un horizonte B bajo el cual aparece una acumulación de materia orgánica dispersa. La presencia de hierro es escasa.

D) Podsoles férricos, aquéllos que presentan una relación entre el hierro libre y el porcentaje de carbono orgánico siempre igual o superior a 6 en todos los subhorizontes del horizonte B.

E) Podsoles cámbicos, son los podsoles que sólo poseen un horizonte E de características álbicas, extremadamente delgado (nunca suele superar los 2 cm de espesor)

Regosoles (RG)

Correspondientes a suelos poco evolucionados y que aparecen sobre materiales no consolidados. Se caracterizan por la escasez de materia orgánica y por ubicarse con mucha frecuencia sobre rocas blancas, como, por ejemplo, las cretas, los loess o sobre materiales sedimentarios arcillosos. Suelen ser intensamente atacados por los procesos erosivos que se generan sobre las vertientes. Incluye la siguiente subdivisión:

A) Regosoles gélicos, regosoles con permafrost.

B) Regosoles úmbricos, aquéllos con un horizonte A úmbrico.

C) Regosoles gypsicos, aquellos regosoles que son gypsíferos al menos hasta los 50 cm de profundidad o espesor del suelo, medidos a partir de la superficie.

D) Regosoles calcáricos, aquéllos que aparecen caracterizados por la presencia de un horizonte cálcico.

E) Regosoles dístricos, son los que presentan un grado de saturación en bases que no alcanza el 50%.

Solonetzs (SN)

Suelos caracterizados por el horizonte diagnóstico nátrico. Incluye las siguientes subdivisiones:

A) Solonetz gléico, los que contienen propiedades gléicas.

B) Solonetz estágnicos, los que aparecen caracterizados por sus propiedades estágnicas (reducción superficial por aguas corrientes y superficiales provenientes de las precipitaciones meteóricas o también por fusión de las nieves). Conllevan unas tonalidades entre grisáceas y rojizas.

C) Solonetz móllicos, solonetz con presencia de un horizonte A móllico.

D) Solonetz gypsicos, solonetz con presencia de un horizonte gypsico entre los primeros 125 cm de suelo.

E) Solonetz cálcicos, aquéllos suelos en los que aparece un horizonte cálcico muy bien diferenciado.

Solontchaks (SC)

Suelos con dominio del horizonte sálico desde aproximadamente los 50 cm desde la superficie del suelo. Incluyen los siguiente subtipos:

A) Solonchaks gélicos, aquéllos donde aparece presente el permafrost.

B) Solonchaks gléicos, aquéllos con propiedades gleicas.

C) Solonchaks móllicos, aquéllos con presencia de un horizonte A de características móllicas.

D) Solonchaks cálcicos, determinados por la aparición de un horizonte cálcico dentro de los primeros 125 cm del suelo.

E) Solonchaks gypsicos, determinados por la presencia de un horizonte gypsico.

F) Solonchaks sódicos, aquéllos con propiedades sódicas.

Umbrisoles (UM)

Suelos con un horizonte úmbrico y sin otros horizontes de diagnóstico que no sea el antropedogénico de menos de 50 cm de espesor. También puede aparecer un horizonte álbico o cámbico.

Vertisoles (VR)

Otros suelos que tienen el horizonte vértico dentro de los 100 cm desde la superficie. En los primeros 20 cm del suelo se encuentra toda una mezcolanza de materiales en donde la arcilla puede llegar a alcanzar el 30%. Luego dominan los horizontes petrocálcico, petrogúrico y/o petrogípsico. Presenta los siguientes subtipos:

A) Vertisoles gypsicos, presencia del horizonte gypsico dentro de los primeros 125 cm del suelo a partir de su superficie.

B) Vertisoles cálcicos, aquí es el horizonte cálcico el que domina dentro de esos primeros 125 cm de suelos mencionados anteriormente.

C) Vertisoles dístricos, aquéllos cuya tasa de saturación en bases es inferior al 50%.

Esta clasificación supone un avance frente a las anteriores versiones. Utiliza para realizar dicha clasificación toda una serie de variables cuantificables tanto en laboratorio como en el campo. Al ser estas variables muy abundantes las clases establecidas quedan definidas de manera precisa y rigurosa. Se evitaron las variables genéticas porque se intentaba lograr una importante objetividad y éstas al admitir diversas explicaciones o interpretaciones podían dar lugar a equívocos y confusiones. Otra ventaja que aquí se encuentra es que se refieren tanto a los suelos vírgenes como a los agrícolas y siempre a partir de la observación de las características de sus horizontes diagnóstico. Éstos fueron introducidos por el Soil Survey Staff de USA para la elaboración de su propia clasificación mundial de suelos que será tratada posteriormente y su uso se ha extendido e impuesto en el resto del mundo. La FAO también los empleó para la clasificación que se ha descrito anteriormente, la más actual que data de 1998.

Clasificación de la Soil Survey Staff de USA

La SOIL TAXONOMY americana comenzó su andadura en 1965, sufrió varias actualizaciones posteriores hasta llegar a la que vamos a considerar aquí, que data de 1999. Esta clasificación tuvo en cuenta también toda una serie de horizontes diagnóstico para intentar llegar a toda una serie de subdivisiones que incluyeran con precisión cualquier tipo existente de suelo sobre la superficie terrestre. Así emplearon algunos ya utilizados por la FAO pero también algunos han sido meramente exclusivos de esta clasificación; en cuanto a los horizontes diagnóstico superficiales (también conocidos con la denominación de epidedones) exclusivos de la SOIL TAXONOMY nos encontramos con el melánico, el antrópico y el plaggen y, dentro de los subsuperficiales (también denominados endopedones), el argílico, el kándico, el ágrico, el duripán, el sálico, el fragipán, el glósico, el plácico, el óxico y el sómbrico. En cuanto al empleo o uso de las propiedades diagnósticas han sido prácticamente las mismas que las mencionadas para el caso de la FAO ya que fueron tomadas de la SOIL TAXONOMY. Como hecho relevante mencionar cómo en este caso han cobrado relevancia las condiciones climáticas del propio suelo, es decir, se han tomado en consideración los regímenes de humedad y de temperatura que caracterizaban a cada tipo de suelo. Así establecieron una clasificación jerárquica atendiendo a diversos niveles: orden, suborden, grupo o gran grupo, subgrupo, familia y, finalmente, serie.

La clasificación americana de suelos denomina a los tipos de suelos a través de palabras sintéticas, a partir de la conformación de palabras compuestas por un prefijo y por un sufijo. El prefijo ejerce una labor explicativa y el sufijo es el elemento formativo de cada clase de manera que todos los suelos de cada orden, suborden y gran grupo terminan de la misma manera. Todos los grandes órdenes acaban en -sol y luego vienen también definidos por un prefijo que denota un carácter, el dominante. De esta manera se definieron los siguientes 11 órdenes principales:

- Alfisol, la terminación común para los subórdenes sería -alf. En este grupo nos encontramos con aquellos suelos con un horizonte diagnóstico argílico ya saturado. Son equiparables a los luvisoles y lixisoles de la clasificación de la FAO, además de los planosoles, albeluvisoles y nitisoles. Dentro de este grupo de suelos nos encontramos con los siguientes subgrupos:

- Histosol, la terminación común para todos los subórdenes es -ist. Se trata de los suelos que contienen una gran acumulación de materia orgánica, la mayoría de las veces sin evolucionar. son semejantes a los histosoles de la FAO.

- Entisol, la terminación común para todos los subórdenes es -ent. También se trata de suelos poco evolucionados y de poco espesor, por tanto. Las propiedades que los definen vienen condicionados por las propias características de la roca madre sobre la que se asientan, es decir, son heredadas del material original. Se definen a partir de sus horizontes diagnóstico, en este caso, se encuentran el ócrico mayoritariamente y luego, aunque con una presencia mucho menos, el álbico y el hístico. Su perfil rara vez muestra la presencia de un horizonte B, suele ser generalmente A-C. Su escaso desarrollo viene condicionado por las condiciones climáticas tan severas que sufren, por la intensa actividad erosiva que sobre ellos se desarrolla y por la degradación a la que se ven sometidos como consecuencia principal del laboreo de características intensivas o exhaustivas.

- Aridisol, en este caso la terminación común para todos los subórdenes que aglutina es -id. Define los suelos propios de las regiones áridas (véase aridez) con unos regímenes de humedad muy escasos como consecuencia de que durante la mayor parte del año las precipitaciones se ven superadas en gran medida por las tasas de evapotranspiración. el horizonte de diagnóstico superficial suele ser el ócrico. Los subsuperficiales ya se muestran algo más evolucionados (argílico, nátrico, cálcico, yésico, etc). La tonalidades son por norma general claras, no suele ser muy abundante la materia orgánica presente y su espesor tiende a delgado. Como características destacables podríamos mencionar la alteración y la acumulación de sales dentro de su perfil y como proceso, la iluviación de las arcillas. Dentro de la clasificación de la FAO se incluirían en este grupo los calcisoles, los gypsisoles, los solonchaks y los solonetzs.

- Vertisol, en este caso todos los subórdenes acaban en -ert. Vienen definidos por su alto contenido en arcilla, con anchas y profundas grietas derivadas de la presencia de esas arcillas expansibles. Son muy similares también a los vertisoles de la clasificación de la FAO.

- Mollisol, la terminación común para todos sus subórdenes es -oll. Son los caracterizados por la presencia de un horizonte diagnóstico superficial móllico, con la exclusión de los andisoles y de los vertisoles. Dentro de la FAO serían los chernozems, los castanozems y los phaeozems.

- Inceptisol, en este caso la sufijo común es -ept. Se trata de suelos poco evolucionados aunque su grado de evolución es notablemente superior al de los entisoles. Es ésta una clase en donde domina la heterogeneidad, hecho que dificulta su definición. El perfil típico es el ABwC. Estos suelos no aparecen favorecidos por ningún proceso edáfico específico, todos están representados aunque a baja intensidad y sin que ninguno de ellos predomine sobre los demás. Son fundamentalmente eluviales, característicos de los dominios climáticos húmedos y/o subhúmedos con frecuentes pérdidas de bases, Fe y Al. En cuanto a las similitudes con los suelos de la FAO encontraríamos los cambisoles, los gleysoles, los calcisoles, los gypsisoles, los umbrisoles, los solonchaks y los leptosoles.

- Andisol, el sufijo común para todos los subórdenes es -and. Este grupo aglutina a todos aquellos suelos que poseen un alto contenido en materiales de características amorfas. Similares a los andosoles de la clasificación de la FAO.

- Ultisol, en el caso de los ultisoles se emplea -ult como sufijo para determinar a todos los subórdenes que engloba. En este grupo entrarían aquellos suelos caracterizados por la presencia de un horizonte de diagnóstico argílico y no saturado. Dentro de la FAO son equiparables con los acrisoles y los alisoles.

- Spodosol, en este caso se emplea -od como sufijo generalizado. Se hallan aquí inmersos los suelos que contienen un horizonte diagnóstico espódico rico en materiales iluviales, constituidos por materia orgánica, hierro y aluminio. Sus tonalidades son muy oscuras y el perfil se presenta muy evolucionado (AEBHBSC). Similares a los pozoles de la FO.

- Oxisol, en el caso de este tipo de suelos el sufijo empleado de forma generalizada es -ox. Es un suelo caracterizado por la presencia de horizonte diagnóstico óxico. Son suelos derivados de una intensa alteración química de la roca original. Propios de los climas áridos y húmedos. Pueden presentar tonalidades rojizas como consecuencia de la acumulación de hierro y son usualmente poco fértiles y escasos en cuanto a materia orgánica.

Los grandes grupos definidos terminan con el nombre dado al suborden y llevan un prefijo que viene a caracterizar a cada gran grupo, por ejemplo, los Durixeralfs. Los subgrupos aparecen definidos como los grandes grupos pero con un adjetivo que los describe de manera más explícita como en el caso de los Vertic Haploxeralfs.

Distribución geográfica de los suelos

El concepto de la distribución regional que presentan los suelos ha resultado muy útil para llegar a su comprensión, así como para la realización de mapas edafológicos, cuya cartografía detallada resultaría difícil y costosa, a causa de la gran variabilidad existente en distancias muy cortas.

La formación de la mayor parte de los suelos depende en gran parte del clima, la topografía, la vegetación y del sustrato rocoso sobre el que se desarrollan; pero existen otro grupo cuyo desarrollo no presenta una dependencia tan estricta.

Los correspondientes al primer tipo reciben el nombre de suelos zonales, cuya distribución geográfica suele presentar un carácter regional, en respuesta a la distribución de la vegetación y las regiones climáticas; mientras que los correspondientes al segundo se denominan suelos azonales, cuyas características presentan cierta independencia respecto de las condiciones climáticas.

Suelos zonales

Se diferencian entre sí por el grado de lixiviación de los iones de aluminio, hierro, calcio, magnesio, sodio y potasio; cuyo movimiento en el suelo determina la formación de los distintos horizontes.

Suelos en zonas polares

Las bajas temperaturas reinantes en estas zonas hacen que la meteorización química sea poco activa. La mayor parte del suelo se encuentra permanentemente helado (véase permafrost) y sólo la parte superficial del mismo (mollisuelo) llega a deshelarse durante el periodo estival. En este último caso, los hielos y deshielos (véase gelifracción) provocan deslizamientos de partículas que, unidos a la existencia del permafrost a partir de los dos o tres metros de profundidad, impiden la formación de los diferentes horizontes edáficos.

Suelos en zonas climáticas frías

Los más comunes y representativos son los podsoles, de color gris o pardo oscuro. La vegetación corresponde a la taiga siberiana, que origina la acidificación de las aguas superficiales, y junto con las intensas precipitaciones provocan un lavado intenso del Ca2+, Mg2+, Na y K. El Fe3+ y Al3+ se combinan con los ácidos húmicos y forman complejos coloidales, hasta que a cierta profundidad son atacados por bacterias y precipitan. De esta forma se genera un horizonte B (véase acumulación), rico en materia orgánica, hierro y aluminio de color oscuro; y un horizonte A de color claro, muy pobre para la instalación de algún tipo de cultivo.

Suelos en zonas climáticas templadas

En estas zonas las estaciones climáticas (periodos secos y húmedos) están bien diferenciadas, de tal forma que la lixiviación no es muy intensa durante la estación de lluvias, mientras que durante las sequías se produce el ascenso de la humedad y los elementos iónicos por capilaridad. Así se forman los suelos pardos, caracterizados por no presentar los horizontes A y B bien diferenciados.

El chernozem es el suelo característico de las zonas de praderas y pastizales que ocupan grandes extensiones en Rusia, EEUU, y Argentina, con un horizonte A bastante grueso y oscuro, debido a su elevada concentración en materia orgánica.

En ambos suelos el lavado es menos intenso que en los podsoles, por ello el Fe3+ y el Al3+ permanecen en el horizonte superior, el primero en estado oxidado y dando lugar a los colores pardos y rojizos mencionados. La materia orgánica tampoco emigra en profundidad y solamente los iones calcio, hierro, magnesio, sodio y potasio sufren un lavado importante que es en parte compensado por el ascenso capilar que tiene lugar durante la épocas de sequía. Por todo ello estos suelos son más fértiles que los podsoles.

En ocasiones, las alternancias de períodos secos y húmedos provocan la formación de grietas de retracción, permitiendo el lavado de las partículas arcillosas hacia niveles más profundos, especialmente durante el inicio de las lluvias y antes de que la humedad provoque la oclusión de estas grietas. Estos suelos se denominan vertisuelos.

Suelos en zonas climáticas áridas

Presentan escaso desarrollo y los procesos de meteorización química y lixiviación son prácticamente nulos. En ellos se produce de forma casi constante el ascenso por capilaridad de las aguas freáticas que, al evaporarse en la superficie, producen la precipitación de sales. El resultado de estas continuas precipitaciones es la formación de costras de caliche (constituidas por carbonato cálcico), costras de sales y de yeso (véase costra).

En las regiones mediterráneas, donde existe una larga estación seca, también se producen potentes costras de caliche y suelos fersialíticos, caracterizados por presentar un horizonte A pobre en materia orgánica, y un horizonte de acumulación Bt rico en arcillas (illitas y montmorillonitas) y hierro.

Suelos de las zonas ecuatoriales

Bajo condiciones de elevada temperatura y abundantes lluvias y vegetación se forman suelos muy potentes, pero en los que el horizonte A es extremadamente delgado. La materia orgánica procedente de los restos vegetales vuelve a ser rápidamente utilizada por la exuberante vegetación.

El pH del suelo es neutro o ligeramente básico, lo cual hace que el Fe3+ y el Al3+ sean prácticamente insolubles, en tanto que la sílice presente sí lo es. De esta manera son destruidos incluso los minerales arcillosos, el hierro y aluminio se acumulan en forma de óxidos, hasta originar una costra de gran dureza denominada laterita. Cuando las lateritas son ricas en Al se denominan bauxitas, las cuales pueden constituir menas explotables de Al, Fe y Ni.

Suelos azonales

Los suelos que corresponden a este grupo presentan una evolución condicionada principalmente por un factor particular y completamente determinante.

Los suelos hidromorfos, también llamados gley, se caracterizan por permanecer encharcados y saturados en agua la mayor parte del año. En estas condiciones no se pueden producir los fenómenos de lixiviación ni de capilaridad que operan en condiciones normales. Por otra parte, el hierro no puede oxidarse al no entrar en contacto con el aire, acumulándose en estado ferroso y dando coloraciones verdosas. La materia orgánica se acumula en superficie y cuando la vegetación es abundante, llegan a formarse las turberas, en las cuales se alcanzan condiciones anaerobias que permiten la conservación del carbono.

También pueden ser considerados como suelos azonales aquellos poco desarrollados, en los que el clima todavía no ha tenido tiempo de incidir sobre su evolución, de forma que la composición de los mismos está condicionada por la de la roca madre. Estos son los litosuelos, los cuales reciben el nombre de rendzinas cuando aparecen desarrollados sobre calizas y rankers cuando es una roca silícea (granitos, gneises, esquistos, cuarcitas, etc.).

Suelos intrazonales

Se trata fundamentalmente de los suelos de origen mixto, dicho en el sentido de que para formarse necesitan de la aparición simultánea de varias condiciones; es el caso de las condiciones climáticas globales y de otras condiciones locales como pueden ser la topografía o la composición original de la roca madre sobre la que van a ubicarse. De esto se deriva el hecho de que son suelos más o menos localizados y siempre ligados a las características estacionales pero exclusivamente sobre ciertas zonas climáticas muy bien definidas y determinadas. Así nos encontramos por ejemplo con los vertisoles que se encuentran en aquellos dominios bajo un tipo de clima fundamentalmente cálido aunque con estaciones contrastadas y en cuento a sus condiciones estacionales, se ubican sobre áreas depresivas o sobre medios confinados. Éstos abarcan importantes extensiones sobre los afloramientos de rocas básicas en la zona tropical seca. Otros ejemplos significativos lo conformarían los suelos salsódicos, propios de climas áridos, fríos o no, y sobre materiales ricos en sodio y los andosoles, característicos de climas muy húmedos y bajo condiciones estacionales determinadas por la presencia de materiales de origen volcánico. También es este grupo deberíamos incluir a los stagnogley (véase gley), en donde la hidromorfía y el clima húmedo y frío determinan su ubicación.

Utilización del suelo

La sociedad industrial utiliza los suelos tanto para fines agrícolas como para fines industriales, ganaderos, forestales, urbanísticos, etc. Toda política de ordenación del territorio debe ser concebida en función de la propiedad de los suelos y de las necesidades de la sociedad. Entre los documentos legales de defensa del medio ambiente referidos a la utilización, defensa y protección del suelo, destaca la "Carta Europea del Suelo", del Consejo de Europa (Estrasburgo, 1972).

El suelo puede destinarse a múltiples usos según las necesidades económicas y sociales, pero la elección debe tener en cuenta sus características y los servicios socio-económicos que puedan rendir a la sociedad tanto actual como futura. Estas características determinarán si deben emplearse con fines agrícolas, forestales u otros.

El suelo constituye un recurso natural, puesto que es el soporte de la biosfera y por tanto de la agricultura, de las reservas forestales y de la ganadería. Por ello, del equilibrio entre su uso y mantenimiento depende la riqueza de una región.

De todo lo anteriormente mencionado se desprende la idea de que dos son los usos prioritarios y mayoritarios que del suelo se realizan y son los siguientes:

Uso agrícola del suelo

En este caso se incluirían la utilización del suelo en agricultura, ganadería y como reserva forestal. El hombre primitivo sólo utilizaba recursos renovables y en cantidades tan pequeñas que los ecosistemas permanecían intactos. Con el comienzo de la agricultura, los sistemas de vida de las plantas y animales fueron alterados. El primero de los recursos renovables afectado por esta actividad fue la capa fértil de la superficie terrestre (suelo) al ser erosionada y transportada de aquellas zonas que no contaban con una cubierta vegetal protectora.

Agricultura

Sobre esta capa fértil se desarrollan las actividades agrícolas y ganaderas suministradoras de las reservas alimentarias de toda la humanidad. Estas reservas dependen de la eficacia y racionalidad con que usemos dichos recursos disponibles.

La superficie potencial cultivable de la corteza terrestre que puede producir sin la necesidad del empleo de técnicas de riego no llega al 22% de la superficie total. Como el resto de los recursos, los suelos cultivables están desigualmente distribuidos. Por ejemplo, en África, el porcentaje cultivable es del 20%, pero sus principales suelos son de los menos favorables para la agricultura, ya que un 60% corresponde a suelo rojizo de bosques tropicales (costras) que requieren gran cantidad de fertilizantes para ser explotables; y un 20% es suelo detrítico, igualmente deficitario. Si además se tiene en cuenta que la mitad de África es árida o semiárida (véase aridez), es fácil concluir que habrían de efectuarse grandes inversiones para sostener una agricultura rentable.

En cuanto a la distribución de los usos del territorio nacional, la superficie agraria se eleva a 46.816.000 ha, lo que representa un 93% de la superficie geográfica total. La parte más importante de la superficie agraria corresponde a las tierras de cultivo, que ocupan 20.478.000. ha; le sigue la superficie forestal arbolada, que se eleva a 15.582.000 ha, cifras que representan el 41 y 30% respectivamente de la superficie total. La superficie de prados y pastos se eleva a 6.686.000 ha., es decir, el 14%.

Esta distribución de superficies es el resultado de las vicisitudes que históricamente ha sufrido nuestro suelo. Especialmente han incidido las actuaciones que se han realizado en las últimas décadas. En el suelo forestal se han llevado a cabo una gran labor de repoblación, principalmente de coníferas, frondosas y choperas; en consecuencia, de la superficie arbolada existente 2,5 millones de hectáreas (21,2%) proceden de repoblaciones, en su mayor parte realizada en las tres últimas décadas.

Ganadería

También la ganadería puede llegar a alterar el equilibrio entre la cobertura vegetal y los suelos que la soportan, especialmente cuando los pastizales son utilizados de manera prolongada. Muchas regiones subdesérticas, como las situadas al sur del Sáhara, han ido convirtiéndose en zonas totalmente desprovistas de vegetación, al sumar los efectos de las sequías cada vez más acusadas con los del pastoreo indiscriminado de sus escasos recursos vegetales.

Forestal

En ciertas regiones la deforestación por talas o incendios conlleva una rápida erosión del suelo por efecto de una posterior escorrentía superficial, más acentuada en un régimen de precipitaciones torrenciales, como las que se producen en los países mediterráneos. Este es el caso de una gran parte de la Península Ibérica, en la que en los últimos siglos ha desaparecido la mayoría del bosque autóctono (encinares y robledales) en pro de tierras de cultivo.

Los pinares y eucaliptos con los que se han repoblado algunas áreas montañosas no crean el mismo soporte edáfico que las especies autóctonas. Los pinares constituyen una etapa casi óptima en un hábitat cuyo clímax está constituido por el bosque de frondosas. Así mismo, la creación de masas monoespecíficas de coníferas favorece la propagación de incendios forestales, cada vez más numerosos. No obstante, están justificadas estas repoblaciones por la frugalidad o templanza de dichas especies, hecho que ha favorecido que sean consideradas adecuadas para la calidad de los terrenos en que se plantan.

En el caso particular de los eucaliptos (es una especie introducida en la Península Ibérica) está considerada como una especie empobrecedora del suelo, ya que su rápido crecimiento exige la utilización de sustancias nutritivas en gran cantidad. En adición a esto, sus hojas no aportan materia orgánica, puesto que por ser ricas en eucaliptol (o cineol) destruyen las bacterias presentes en el suelo.

No obstante, también hay que tener en cuenta los aspectos económicos ya que la producción de madera, materia prima de la que España es deficitaria, es extraída en buena parte de pinos y eucaliptos. La demanda no puede ser satisfecha mediante repoblaciones con robles, hayas y encinas, especies que constituirían el bosque clímax en gran parte del territorio, si bien, ello no quiere decir que no deban realizarse repoblaciones forestales con dichas especies para restaurar la naturaleza degradada en áreas de singular valor ecológico. Todo ello constituye el último eslabón de una serie de actuaciones contrarias al normal equilibrio entre la biosfera y el sustrato que podría sustentarla.

El uso urbano del suelo

En muchos casos, las ciudades ocupan y hacen estéril el suelo en que se levantan. Repercuten desfavorablemente sobre las zonas vecinas en razón de las infraestructuras necesarias para el funcionamiento del espacio urbanizado (carreteras, conducción de agua, etc.) y de las cantidades de desechos que conllevan para evacuar.

Operaciones tales como la construcción de presas, puentes, carreteras, ferrocarriles, canales, fábricas o edificios, ocupan con frecuencia, los mejores suelos agrícolas de la zona, causando trastornos al desarrollo normal de la actividad agraria. Así, se producen parcelaciones, se establecen servidumbres de limitación de construcciones en una determinada franja de terreno y se crean expectativas de plusvalía del suelo, lo que repercute negativamente en la explotación agraria.

Las líneas eléctricas y telefónicas imponen también servidumbres a la explotación agrícola, ya que en la franja de terreno que ocupan existen limitaciones para establecer determinado tipo de plantaciones. Lo mismo ocurre con las instalaciones de oleoductos y gaseoductos.

Por otra parte, la realización de las infraestructuras implica la extracción de áridos, lo que da lugar a la creación de grandes excavaciones, que son abandonadas al finalizar la obra, sin ninguna adaptación posterior por lo que terminan convirtiéndose en charcas o basureros. Cabe decir como excepción, que, en el caso de la Comunidad de Madrid, en una de las charcas abandonadas, se ha formado espontáneamente un reducto ecológico natural con peces y aves autóctonas.

Es necesario, por tanto, prever su repercusión, adoptando medidas adecuadas que eviten los efectos nefastos o negativos que puedan ocasionar. Para ello es imprescindible el inventario de los recursos del suelo. Atendiendo a una ordenación racional del territorio y para permitir una auténtica política de conservación y mejora es imprescindible caracterizar los diferentes suelos, definir sus aptitudes y conocer su distribución espacial. Para estos fines, cada país deberá proceder a inventariar con detalle sus recursos edáficos.

Las cartas edafológicas, complementadas con cartas temáticas, geológicas, sobre hidrología real y potencial del suelo, de utilización de los suelos, de las aptitudes culturales, de vegetación e hidrogeológicas, etc., permitirán realizar con eficacia dicho inventario.

Los suelos deben ser objeto de planificación racional, sobre todo en el ámbito urbano, lo que implica que las autoridades no vean sólo los beneficios a corto plazo sino que garanticen la conservación a largo plazo en crecimiento, o cuando menos, manteniendo su capacidad de producción.

Efectos y consecuencias de la mala utilización del suelo

La utilización antrópica del suelo no siempre ha sido respetuosa como se ha podido ver; múltiples acciones definidas por la sobreexplotación han acabado por reducir las potencialidades naturales que posee el propio suelo favoreciendo su degradación.

Sobreexplotación

Podríamos hacer una clara diferenciación entre la sobreexplotación de origen agrícola y la de origen urbano. La última se referiría esencialmente a la abusiva necesidad de suelo que conllevan los fenómenos de expansión urbana y la primera al empleo intensivo que el hombre saca del suelo con la ganadería, con la agricultura y con el recurso forestal. El hombre puede modificar de forma muy brusca la evolución natural de los suelos, tanto a través de acciones directas (áreas de cultivo intensivo) como indirectas (degradación progresiva de la cubierta vegetal, talas, etc). La puesta en acción de cultivos de características intensivas hace que los horizontes más superficiales del perfil pasen a ser completamente homogéneos y el tipo de humus pasa a ser completamente irreconocible; surge así el horizonte cultivado, Ap, de tonalidades pardas u oscuras, con su estructura original modificada y con su límite inferior neto. El laboreo aparece entonces considerado como una acción directa de degradación edáfica puesto que por sí mismo imprime una nueva evolución edafogenética al perfil del suelo sobre el que se cultiva, caracterizándose éste por su empobrecimiento y acidificación. El caso de la degradación indirecta, como ya se ha mencionado anteriormente, viene definida por la sustitución de un bosque frondoso por otra asociación de características secundarias provocada por la acción antrópica; una asociación degradada o de características secundarias puede ser una landa o los brezos en los que sólo conseguirían evolucionar plantas silvestres. Las causas, cortas abusivas, incendios, recogida de la hojarasca, etc.

Degradación del suelo

La degradación de un suelo suele venir precedida por las modificaciones de las asociaciones vegetales climácicas que aparecen sustituidas por las denominadas asociaciones secundarias; este fenómeno repercute directamente en el tipo de humus lo que induce a una nueva evolución del perfil inicial u original, completamente diferente de la evolución normal que habría seguido dicho suelo y dicho perfil sino se hubiera producido la intromisión de la acción del hombre. A ésto se conoce como degradación del suelo. Aparecen de este modo equilibrios completamente artificiales que, en la mayoría de los casos, no son ni relativamente estables sino que se suelen caracterizar por su temporalidad.

Lo mencionado anteriormente no debe llevarnos a concluir que es imposible volver a los estados de vegetación inicial ya que el equilibrio primitivo podría restablecerse nuevamente con la simple constitución de la vegetación denominada climácica y a ello puede ayudar el hombre con el simple hecho de favorecer las repoblaciones de especies autóctonas. Esta repoblación con especies autóctonas pretendería una vuelta o un retorno hacia la situación de clímax y dicho retorno usualmente recibe la denominación de regradación.

Contaminación del suelo

El suelo constituye el principal soporte de cualquier actividad que el hombre desarrolla; ésto favorece que también se convierta en el principal filtro por el que discurren todos los desechos que dichas actividades generan. Nos encontramos así restos de residuos urbanos, tanto sólidos como líquidos, con desechos procedentes de las actividades agrícolas, ganaderas, extractivas e industriales. Todos ellos favorecen la contaminación del suelo ya que éste también cuenta con limitaciones a la hora de absorber elementos extraños y posteriormente evacuarlos.

Enlaces en Internet

http://irnas106.irnase.csic.es/microlei/manual1/sdbm/sdbmab5.htm ; Página oficial del CSIC con la subclasificación de los tipos de suelos de la SOIL TAXONOMY americana (en español).

 

 

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