1. INTRODUCCIÓN Control de plagas, cualquiera de toda una gama de intervenciones medioambientales cuyo objetivo sea
una reducción en la incidencia de las plagas de insectos, los organismos patógenos para las plantas y las poblaciones de malas
hierbas para permitir una producción máxima de alimentos de alta calidad y otros cultivos. Las técnicas específicas de control
incluyen mecanismos químicos, físicos y biológicos. Un 90% del mundo depende para su abastecimiento de alimentos de tan sólo
15 grandes tipos de cultivos y siete especies de animales. A pesar de todos los esfuerzos realizados, las plagas destruyen
anualmente cerca del 35% de las cosechas en todo el mundo. Incluso una vez recogidas las cosechas, los insectos, los microorganismos,
los roedores y las aves infligen una pérdida adicional de entre un 10 y un 20%, con lo que las pérdidas oscilan entre un 40
y un 50%. A pesar de que muchas zonas del mundo se enfrentan a una grave escasez de alimentos, el desarrollo industrial y
de otros tipos está reduciendo la superficie de terreno empleada para el cultivo. El control de las plagas permite una explotación
más intensiva de las tierras de uso agrícola para el cultivo de los productos de calidad y sin defectos que se venden en los
supermercados.
2. CONTROLES
QUÍMICOS Pesticida o plaguicida son los términos que se aplican
a todos los agentes químicos usados en el control de plagas. En 1993 se aplicaron en todo el mundo pesticidas por un valor
total de aproximadamente 26,7 miles de millones de dólares. La tasa de beneficios de esta inversión varía, pero normalmente
es un factor multiplicador. La mayoría de los compuestos químicos son sintetizados en centros de producción construidos a
tal efecto que abastecen a uno o más continentes. Algunos de los compuestos de uso cotidiano son totalmente sintéticos, pero
otros tienen su origen en productos que existen ya en la naturaleza, aunque hayan sido potenciados o posteriormente desarrollados
por los científicos. El herbicida glufosinato de amonio fue aislado por primera vez en cultivos recogidos en el bosque tropical
de Camerún, en África Central. Los herbicidas de sulfonilurea, que han facilitado enormemente la manipulación de herbicidas
gracias a las pequeñas cantidades necesarias para lograr una elevada actividad, fueron descubiertos inicialmente por investigadores
médicos alemanes, pero fueron descartados durante casi 20 años hasta que unos investigadores estadounidenses descubrieron
su utilidad contra las malas hierbas.
Europa occidental es el mayor mercado del mundo de fungicidas,
que son necesarios para controlar la gran variedad de hongos patógenos que atacan las cosechas de cereales de grano pequeño
y los viñedos. El mildíu pulverulento (Erisyphe graminis) probablemente sea la enfermedad producida por hongos más
importante del mundo, y constituye uno de los principales objetivos de los nuevos fungicidas debido a su capacidad de atacar
a muchas plantas distintas, desde el trigo y la cebada hasta las enredaderas, causando pérdidas de cerca de 500 millones de
dólares sólo en la producción de cereales. En Japón y el Sureste asiático, donde el arroz constituye un alimento importante,
se necesitan fungicidas específicos para controlar la plaga de Pyricularia oryzae, que produce pérdidas de producción
por valor de 300 millones de dólares, o la roya del arroz (Pellicularia sasakii), cuyas pérdidas se cifran en 267 millones
de dólares. Muchos de los fungicidas eficaces de nuestros días pertenecen al grupo de los triazoles o al de las morfolinas.
Los nuevos compuestos de triazol, como el epoxiconazol, el tebuconazol y el fluquinconazol siguen aún en fase de desarrollo
para su empleo a nivel mundial. Para superar la capacidad de los hongos patógenos de adaptarse a los pesticidas y generar
resistencia frente a ellos, hoy es práctica común combinar fungicidas que actúan de diferentes formas. Para el año 2000 estará
en uso una nueva generación de fungicidas, conocidos como strobilurinas, basados en hongos naturales cuya acción es
tóxica para otros hongos patógenos.
El uso de herbicidas varía de acuerdo a los sistemas de cultivo
y a la cosecha en cuestión; ellos solos representan casi la mitad del valor de todos los pesticidas utilizados. En países
con sistemas de cultivo menos intensivos, quizá sólo sea económicamente viable el uso de compuestos más antiguos, como el
2,4-D (ácido 2,4-diclorofenoxiacético) para matar las malas hierbas de hoja ancha. Estos herbicidas más viejos se miden
en kilogramos por hectárea en lugar de gramos por hectárea, que es lo que se requiere cuando se emplean las sulfonilureas.
A pesar de su elevada actividad en la eliminación de una gran variedad de especies de malas hierbas, estos nuevos herbicidas
tienen un periodo de persistencia en el suelo muy breve, y se descomponen en elementos inocuos. Los herbicidas pueden aplicarse
directamente en el suelo, pero la mayoría de los nuevos productos se fumigan sobre las malas hierbas en desarrollo, con lo
que interfieren con sus sistemas de crecimiento sin dañar los cultivos. Los herbicidas totales, como el paraquat, el glufosinato
amónico y el glifosato, sólo pueden emplearse antes de que los cultivos surjan de la tierra. No obstante, se han desarrollado
nuevas variedades de patatas (papas), trigo, remolacha azucarera y tabaco que contienen genes que les confieren resistencia
a los herbicidas. Unos cuantos herbicidas aplicado en campos de cereales para el control de plagas de herbáceas requieren
la adición de un producto químico que aumenta las defensas naturales del cereal frente a compuestos como el fenoxaprop
etilo mientras éste elimina las malas hierbas.
Los insecticidas suponen el sector más pequeño del mercado mundial
de los pesticidas, y representaron una inversión de unos 7,5 millones de dólares en 1993, lo que equivale a un 28% del total
del mercado de los pesticidas. A menudo son los más controvertidos debido a los indeseables efectos medioambientales sobre
la fauna silvestre que tuvieron los antiguos organoclorados, que han sido prohibidos, o son estrictamente controlados en la
mayoría de los países. Dado que los insecticidas son los pesticidas que menos dinero dan y en vista de la alarma pública ante
los daños que sufren especies útiles, como las abejas, los fabricantes invierten poco en su desarrollo desde la introducción,
con gran éxito, de las piretrinas. No obstante, los insectos son considerados el objetivo ideal de la nueva generación de
biopesticidas.
La biotecnología está contribuyendo al control de las plagas de diversas maneras. Potencialmente, la más controvertida
es la creación de virus artificiales que tengan como objetivo exclusivo ciertas larvas o plagas de insectos al ser fumigados
sobre los cultivos. Los virus, que son inofensivos para otras especies, se autodestruyen cuando su trabajo tóxico ha terminado.
Otros enfoques incluyen la síntesis de productos aleloquímicos y feromonas naturales que generan los insectos para advertir
del peligro a sus congéneres y alejarlos así de las cosechas. Hay unos productos que se pueden esparcir alrededor de los campos
para impedir que las plagas de insectos se alimenten y, por tanto, que causen daños. También pueden fumigarse sobre los campos
unos gusanos diminutos llamados nematodos para combatir plagas como las babosas. Más tarde explotan en el interior del sistema
digestivo de éstas. Estos son sólo los primeros ejemplos, que se han experimentado con éxito, de muchos cientos de especies
de virus, protozoos, hongos y nematodos que parasitan insectos y malas hierbas y en la actualidad están siendo investigadas
como agentes de control selectivo.
3. CONTROLES
NO QUÍMICOS Arrancar a mano o con azada o azadón las malas hierbas
es un trabajo que ha sido mecanizado hace ya mucho tiempo y en la actualidad los agricultores emplean otros controles no químicos.
Arar para enterrar en la tierra las malas hierbas, las semillas o los hongos patógenos puede resultar tan eficaz como el control
químico. Se está multiplicando la resistencia natural de los cultivos, tanto a las enfermedades como a las plagas de insectos,
por medio de la ingeniería genética, introduciendo en las plantas genes de resistencia específicos. La gestión integrada de
plagas es un sistema en el que se unifican medios de control por métodos de cultivo, por rotación de cosechas, por el empleo
de variedades fortalecidas y por el uso estratégico de cantidades menores de pesticidas para conseguir resultados iguales
o mejores a los obtenidos por medio de un control exclusivamente químico.
Competencia (biología) , demanda común planteada por dos o más organismos de recursos ambientales escasos.
En el caso de las plantas, los recursos medioambientales limitados suelen ser la luz, el agua y los nutrientes; en el caso
de los animales, la comida, el abrigo, los lugares de nidificación y los compañeros de apareamiento. La competencia entre
animales suele manifestarse como territorialidad (intento de asegurarse un territorio) y agresión; la competencia por un compañero
puede llevar a la selección sexual. La competencia intraespecífica, es decir, entre miembros de una misma especie, se diferencia
de la interespecífica o competencia entre miembros de especies distintas dentro de una misma comunidad. La investigación indica
que la competencia intraespecífica suele ser más intensa que la interespecífica, como Darwin previó en su teoría de la selección
natural. Como la intensidad de la competencia intraespecífica depende de la densidad de población (a más población, más competencia),
puede ser un importante factor regulador de las poblaciones.
La competencia entre especies distintas aumenta si los grupos
que compiten tienen necesidades similares y suele culminar en el desplazamiento de una de las especies. La intensidad de la
competencia interespecífica disminuye con la complejidad de las comunidades, probablemente porque la mayor diversidad de nichos
ecológicos del conjunto del sistema lo hace más resistente al cambio. La presencia de un depredador puede reducir la competencia
interespecífica entre poblaciones de dos especies, sobre todo si su presa es la dominante. La investigación sugiere que la
competencia es máxima entre especies sésiles (fijas al sustrato, como los percebes anclados a las rocas) y mínima entre herbívoros.
Los organismos colonizadores, frecuentemente introducidos por el hombre, pueden forzar la extinción de las especies nativas.
La hormiga Iridiomyrmex humilis, una hormiga muy agresiva originaria de Sudamérica, invadió gran parte de los Estados
Unidos después de su introducción accidental en Nueva Orleans en 1891. En 1905 ya había llegado a California y había invadido
casas, jardines y huertos y destruido casi todas las especies nativas. Éstas recolonizaron el territorio después de que los
insecticidas acabasen con la hormiga sudamericana. Por otra parte, fue la competencia de los mamíferos norteamericanos la
que, hace cinco millones de años, causó la extinción de numerosos grandes herbívoros de Sudamérica cuando la tectónica de
placas puso ambos continentes en contacto.
Pero no todos los animales de distintas especies compiten
cuando viven en un mismo lugar. El mutualismo (véase Simbiosis) permite a diversas especies vivir juntas.
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